Permanezcamos
quietos y callados, que ninguno de nosotros se haga notar porque sino
aparecerá “el Jirafa”. En cada rincón de la estantería podrás
descubrir que él en algún momento de la tarde a estado presente.
Antaño
Jímena, la partera, utilizando la magia arcaica de “los Granados”
le había traído al mundo.
-¡A
malas!, habían dicho en el pueblo.
Y
escupiendo en el suelo el jinete como una flecha se había perdido en
el tiempo hasta nuestros días. Solía mandar fotografías en las
que posando en quimono firmaba “El Jiménez” dador de mandobles,
mudanzas y cinturón marrón.
No
digamos nada, solamente escuchemos el latido del corazón y a lo sumo
pensemos.
Por poner un ejemplo. Sueña que paseas por Dublín, dándole
al hocico, con un bocadillo de jamón y das un sorbo de la jarra de
cerveza rubia más fresca que exista.
Y ya está, él no vendrá seguro.
Y si no llega, notaremos su gratitud al instante, pues cuando quiere, que es siempre, se suele mostrar indiferente y lo mismo cruza el Océano Atlántico y en un plis plas se planta en Guatemala y aparece tumbado en su choza de barro y bambú, que aparece en silencio, repito, y dicta su Kafka con la máxima disciplina.
Y ya está, él no vendrá seguro.
Y si no llega, notaremos su gratitud al instante, pues cuando quiere, que es siempre, se suele mostrar indiferente y lo mismo cruza el Océano Atlántico y en un plis plas se planta en Guatemala y aparece tumbado en su choza de barro y bambú, que aparece en silencio, repito, y dicta su Kafka con la máxima disciplina.
Cuando
la contemplación interior nos birle el misterio y la intriga, si
cabe, parpadea despacio. Procura callarte, y ya esta.
Judimendi
el diecinueve de octubre de dos mil once