
Los cojo uno a uno y los coloco en la fuente, dormiditos y juntos. Los visto de mayonesa y ya están, tan dispuestos.
Entre mis dedos, suaves y sedosos de un blanco lienzo moreno.
Traspasan acariciando los labios. ¿Frágiles? ¡¡No!!. Fibrosos.
Se llena la boca de su carne. Los aplasto. Lengua y paladar en combate. Explosión acuosa. Poco importa el rubio vegetal que les acompaña. Dentro se depositan dóciles y fáciles de digerir. Volverán a la tierra sin grandes alardes. Más tarde, el ácido afectará mi nariz.