Aquella tarde deambulaste triste por los paseos del tiempo entre la avenida central y nuestras cosas. Permaneciste oculto, tras la jornada y el luego, próximo al césped y junto al estanque pétreo de “La Fama”.
Te envío la comunicación, el reproche y la balada ausente y sin perfume, del hoy alegre. Y al aire doy paso lentamente por si quiere acomodarse ya, ante la ausencia de vivencias, en nuestra suerte. Perra, al fin.
También te envío las miguitas que con mimo recogí en ese instante, envueltas en pedacitos de cielo y de pureza, que he guardo tras el velo de las tardes junto al almanaque del trigal abierto en flor y las hojas de la vid amilanada.
Y cuando recibas el consuelo de saberte lejos de la separación, permanece alerta; y al instante desespera y llora por no habernos conocido.
Tuyo, y … dígame,... luego.
Veintinueve de octubre de dos mil nueve
No hay comentarios:
Publicar un comentario