Te abriría sumiso.
Con lentitud desharía el lazo que circunvala tu entorno por ver, si acaso, como tu transparencia se perpetua en años y acude hoy a mí para trasgredir el pacto sencillo con el pasado omnipresente.
Y no lo hago respetando canas y condiciones.
Te dejo para otro rato donde tal vez el roce de su mano, que desconozco, produzca amor filial y eterno. En ese instante, justo al momento, encenderé su llama.
Que en paz descanse.
Recorreré sus pasos, me esconderé muy adentro, pronunciaré su nombre que a veces siento y tal vez juntos, nunca olvidados, descubriremos que los años de nieblas se han disipado.
Nueve de diciembre de dos mil nueve
No hay comentarios:
Publicar un comentario