Vamos a contar
mentiras, de dos en dos, y a temblar porque lo normal es hervir, bullir,
enfundado en una camisa de cuadros rojos y blancos, de mantel, de merienda con
vino tinto. A lamernos al lado del rio los dos juntos, el lapicero amarillo y
negro a medio consumir y el bolígrafo sin funda de plástico azul transparente.
Y si tienes necesidad dobla el cuerpo hasta que te duela y cobren vida
topónimos y antónimos. Fuiste así doliente por un instante. Los dos
superpuestos, el ánima, el aliento, el soplo cubano junto a la parroquia de San
Nicolás, cincel y martillo, viruta y garlopa.
¿O eras tú? Distorsionada en el calidoscopio
fabricado en verano exenta de seda, envuelta en mariposas como rebaños de
erizos perezosos. Eras tú exactamente, de pies pequeños, tardía como el
porvenir del día, voladora y tal vez invisible. Porque sonreías, sueños
preñados a pares dentro de los siete años, subida a higueras de fiestas, de
procesión, de sangría fresca con la barra de hielo incorporada. Eras la fiesta
misma contada tras el verano. La docena del texto era visible, de oro.
Corté leña y lobos hasta la eternidad.
Pasado y presente los dos doblados en el
lecho que abrasa. ¡Ay! riacho seco. Con la precisión de un reloj al llegar la
noche nos arrastramos hasta las ocho, dentro de un folio, y nos quedamos
dormidos. Entre jinetes y castillos nos castañean los dientes; el viejo jergón
nos encogió hasta la aurora y al momento el hilo de luz penetró en el muerto
insistentemente. El alma fue afilada, hasta el acero frío se arrodilló a
nuestro lado. Satán sin miedo está loco.
No necesita luz el lector. Ábrete al pánico
para mostrar miedo. Todos lo hemos entendido, toma nota.
Y sigue el cuento-monólogo repetido en el
círculo apaisado mientras tiemblas alejándote. Acabar cuanto antes y no
repetir. Dos cigotos, dos círculos, el uno en el interior del otro, despistando
la idea. La cabeza rodó en la nieve. La parte superior
de la pared crema decorada con círculos, la inferior gris; las dos, entre la línea de tus ojos. ¿O mantel de cuadros rojos y negros? Un DVD
al lado justo del bosque o fuera de él, en lo oscuro, en el punto medio. Los
dos, ellos mismos, esperando el austero asunto. Pensaremos ¡Ay codicia! Que
nada es gratis.
La mano se cerró sobre el cuello y el anillo
negro mancó hasta conseguir el grito protagonista y más tarde descansó. Ella
espera, mohín joven, sensual, de labios rosa pálido seco, el final. No me espera. Brama. Ambos, sobre la
luna tendidos, nos buscamos sin hallarnos. Vamos a morir junto a Odín. Ahí
termina la historia, no hay más, porque hoy es martes y en el dobladillo de la
sábana sobresalen hilos de lino que nos delatan.
Judimendi
doce de noviembre de dos mil trece
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