Con
la misma naturalidad que monda un plátano abrió el cuaderno de
tapas color naranja y leyó el texto egipcio. Era de Budapest, mejor
dicho de un suburbio al este de la ciudad más destartalado, del
distrito 28. Kpstwatrs. Parpadeó. Vamos que cerró lentamente los
ojos y se quedó dormida. El moño del pelo negro se le ladea cuando
tose. Tose incluso la vecina del pelo castaño con ricitos. Musa de
noche. Dinosaura, que dice queda al lagarto. La edad y los pueblos.
Tu expectativa es desorbitada. Que ilusiones puse bajo las enaguas de
tu tía. Casi al tiempo rompo automáticamente el interés.
Soy
religiosa sin votos. El organigrama roto de un elenco de niños. El
gitano, y la gitana ambulante, tocó esa vez el acordeón.
Protagonista de relaciones con peluches en la plaza del reino de las
brujas. Porque, la bruja se moja. Y no chirría la historia porque no
se inglés.
El
árbol de pie con las ramas alejadas entre si dos palmos.
Azul
topacio, ¿eres azul topacio?.
El
ladrillo moquea.
La
protagonista toca el piano en un burdel allá en Tanzania, en una
choza donde el recipiente de cobre entre dos palos rojos barbotea un
líquido que probablemente no se pueda beber. Las fechas. 1980, pero
no 1890. El mono del cráneo paleontológicamente arcaico insiste en
precisar 1830 al menos. Y treinta años después de soltera, Laura,
saltaras dos líneas métricas y te quedaras exhausta. Ahora calor,
mucho calor. Calor de ovillo,de ovario, de ópalo, de jaguar negro
con ojos verdes.
Un
botón para un descosido. ¡Ay! Ulises, maullando el gato ronronea
junto a la abuela.
Medias
noches, medias tardes. Te hablo, te comento, que hemos de llegar
tarde con el gorrito de color teja y gafas de concha negra. El
taburete gira. Te atuso el cogote donde descansa la cofia negra. ¡Ay,
el amor!, lo oblicuo, lo lateral, la esencia. Taburete divergente.
Limones estrujados. Su abrigo de Pupa. Y voy a dudar porque cuando la
conocí entre las brañas y las corredoiras estaba desnuda.
¡Rum!¡Rum!,
el animal a lo suyo. Te tomo del brazo, te arranco un trozo y te
como, regaliz rojo. La luna tiene que estar llena porque es un bicho
de cuidado, sobre todo brillante. Te deposito a mi lado, me lío y te
conjuro. Al fin, te encandilo con el rabo entre las piernas. Hay un
familiar de cuerpo presente pariente de un señor que me está
misteriosamente guiñando un ojo. O los dos. ¡Seguro!. No nos
dormiremos. Y al revés, el universo se personaliza a nuestro
alrededor cuando el personaje del frío se va a su casa azul de
Siberia. Aguas cristalinas.
Y
todas en chanclas chapoteando sobre los folios, que asustados huyen
despavoridos en vehículos voladores de ocho ruedas.
La
pintura neutralizada en su bote de arco iris se vierte sobre Dionisio
y se parte de la risa.
Judimendi
uno de febrero de dos mil doce
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