En la pared blanca, justo frente al balcón
que da a la calle has grapado las hojas, con las chinchetas de colores has
prendido cabellos ausentes.
¿Me interrogas?
Porfías con el rubio haz de espigas doradas
del verano. Lo giras. Te giras.
¿Te
interrogas?
En la pared blanca el almanaque apaisado de
los días por venir, de los aún en camino.
Las horas. Las manecillas del reloj bailando ausentes, trillando el
tiempo.
Te formas hasta el medio día, luego duermes.
Es el calor de la tarde entre penumbras. Y los interrogantes mueren rancios.
Ahí los reflejos importan, y los silencios también.
En la pared blanca, justo frente al balcón
que da a la calle rezan los latidos de un corazón anciano. Van y vienen.
¿Le interrogas?
Letanías, latines, breviarios de Santa Clara
empeñados en bramar, baldosines de granito ¡damero maldito! maitines tras el
torno, rezos de golosinas…
Y sin pensar, un rezo, una oración o un
juramento, estampado junto al bordillo de la acera, apenas termina el día,
permanece el cuerpo de Gracia solo un instante.
Judimendi catorce de
noviembre de dos mil trece
No hay comentarios:
Publicar un comentario