Tienes la necesidad
de desordenar las cosas, las palabras, los tiempos y a veces es inútil que los
demás propongan pautas para hacerte comprender que así terminaras vacía y
probablemente sola. Pero eso a ti no te preocupa. Son muchas las veces que
paseando han resbalado por tus mejillas torrentes de lágrimas y sin venir a
cuento, de pronto, has comenzado una risa estridente y nerviosa que aquellos
que no te conocen nunca comprenderían.
Lo sabes, el payaso,
la mueca de la mascara veneciana, el abrazo cálido de las tardes de otoño poco
a poco te van abandonando. Sientes el grito aún por salir, la rabia contenida,
los interrogantes,…y claro, aún es tiempo de reproches.
Con los brazos
cruzados solamente abrigada con su chaqueta de punto negra no tienes su calor,
no te basta. El tiovivo de la vida gira a tu alrededor y aún ataviada con su
perfume no te atreves a bajar.
Dueña de tus
silencios, las tardes se deslizan alejadas de las rendijas donde habita la felicidad sin que la melancolía
se aparte un instante de tu lado, permaneces como una marioneta sin hilos.
¡Ay Karmele!
Despacio, los sueños bébelos despacio pequeña…
Judimendi el cinco de noviembre de dos
mil trece
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