31 marzo 2014

Lo pensado

   
                                       
 Ella abandonó la estancia.
  -Voy a mear, dijo
  Siguió por el pasillo hasta el aseo y se aposentó en el inodoro rosa.  Se formó un cordón dorado entre su uretra y el sanitario que musicalizó una melodía al ritmo que marcaban los músculos de sus ingles. Terminada la micción tomo un papelillo con el pulgar e índice y se limpió despacio. Luego, entornando los ojos, se acarició suavemente los labios de la vulva. Cuando se subió la braga blanca de algodón estos se marcaron como dos trocitos de melocotón en almíbar

  De nuevo en la sala, sentada frente a mi y su cuartilla en blanco, el brillo de sus ojos negros me anunciaba un relato breve y jugoso.




Vitoria el cinco de noviembre de dos mil trece




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