Nuestros ojos deciden
en solidaria autonomía no pestañear hasta descifrar el enigma.
Del montón de arena
surge una cascada en forma de alud arenoso donde un sepultado ser vivo pugna
con ahínco por salir al exterior.
Un enésimo
desprendimiento de arena nos espolea a intervenir cuando el impacto de una
súbita ola desmorona la pirámide arenosa, los granos de arena dispersos y
asustados se acomodan, mientras nuestros ojos buscan vivo o muerto al
desenterrado náufrago.
Liberado de la opresora carga, sin aparente
fatiga, con un viento favorable, el exhumado ser camina con destreza a su
hormiguero para divulgar a la colonia su percance.
Marzo 2014
Pedro Moreno
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