Primera parte
Se fue a la cama después del tenso piano, las acrobacias y los paseos
nocturnos. Permaneció desvelado hasta el amanecer. Amelí bailó un tango tras el
telón del teatro. Es cuestión de elegir, descifrar o recortar letras a
mordiscos. En el pecho tenía joyas y los bigotes felinos de su linda Naay.
Zumba y gira el abejorro en el silencio de la mañana. Pornografía. Cortesanas
bajando por las escaleras de caracol de mármol rosa. Gira el tocadiscos y las
notas del violín se esparcen por la falda de mama hasta el suelo frio. El
aparcamiento. El cine y el crecimiento al lado de la nostalgia se magrean
bruscamente y después se odian. Un batallón de hombres se revuelca en el prado
de batalla, son de chocolate. Mientras en Buenos Aires el cholo se despista y
tropieza con la perra suerte, siempre mala, que le marea y le hace retroceder
al vestíbulo de la indiferencia. Los textos duermen plácidos entre cuartillas
blancas.
Segunda parte
Aprender encontrándose dentro de uno mismo con la humildad, la paciencia
y el saber de los otros constantemente. Colocar la toalla delicadamente tras la
ducha, detrás de la puerta, para que en un instante caiga y se rompa en el
suelo húmedo de la estancia. Se caen las vendas de los ojos y te envuelves
intolerante. Las sonrisas dicen que cuando se besan amargan sencillamente. Y se
dispersan las ideas y nadie coincide en soñar con oropeles. El rímel se derrite
por la superficie de su cara hasta la barbilla y nadie se percata de que
Mercedes está llorando. Dobló la cuartilla y fue amable toda la tarde. Ladrona
de versos. Palabras retorcidas como raíces genéticas henchidas. Las personas
sin rostro vacías convertidas en polvo mientras cantaba el cuco en la última
copa del laberinto verde del bosque encantado, es la muerte bailando en la noche
entre dramas y fragmentos de espíritus mudos. La mano retorcida, dislocada,
recorre el cuerpo de la dama pomposa que inerte, apenas sin plumas, hace días
pasea perdida por Roma. Silencio. Las olas danzan pausadas en el horizonte del
mar tranquilo alejando su cuerpo lejos de nosotros navegando en la lectura del
tiempo. Su barca es de madera, naturalmente. Reitero y me trabo puede que
atascado en la playa, varado se dice. Desde el punto hasta la base vertical,
indistintamente, trascurre la tarde impulsando el mundo, atrapando el norte de
Brígida. Gitana cardenalicia en las laderas del bajo Treviño. Se perdió el bebe
tras el huracán entre abrazos solemnes, maternos, y haces de hierba recién
cortada. Tráfico clásico entre las estrellas justo al otro lado de la autovía.
Final
Más allá lloraba flagelado el perdido entre escalofríos de gato.
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