El camino serpentea, sube y baja, ora izquierda, ora derecha.
Las botas, polvo
aparte, son marrón claro. ¡Como sus ojos!
Se detiene un
instante, esta fatigado. Toma de su mochila el bidón metálico y bebe.
En el cielo conversan
tres nubes.
Y a un lado el
vallejo verde donde el orégano descansa mecido por la brisa de la tarde le
invita a soñar. Sus ojos, le rodearon precisos, recuerdo ahora ¿eran verdes? ¡Sí!
¡Verdes!
Y siguió caminando.
Judimendi el quince de octubre de dos
mil trece
No hay comentarios:
Publicar un comentario