14 abril 2013

Y si Miren no fuera Miren, ¿quién o qué sería? (Parte III)

 
 

















Me he preguntado esta mañana fría de febrero, recordando la última vez que la vi.
Llevaba un abrigo negro que si cabe destacaba aún más la palidez de su rostro, arrastraba un carro con funda también de color negro en el que destacaban las ruedas blancas de goma. Dentro, bullicio de fiesta, colorines, matices, mohines, juegos, ilusiones que poco antes iluminaron ojos amigos. Fuera ella, que aún cansada, continua engalanando la noche en su retirada”.
¿Quién puede ser, y no es?, ese diseño, esa forma, ese estar.
Solo ella lo sabe mientras camina despacio por la calle Olaguibel abajo. ¿Quién sino?.
Y las sombras le saludan porque es sombra, para permanecer, para dormitar tras el día largo. Enseguida y en duermevela, los sueños, la vida reconocida en los pliegues de la espalda, ahora quieta y sumisa entre las cálidas sábanas, combate azarosa o veloz, iluminando cada escena, cada instante. Ora teme, ora densa, pero siempre alerta.
Y es...
Druidesa Miren, diosa que galopa sobre los océanos en corcel blanco libre como el viento. Heredera de la luz y las tinieblas, que ha sido preñada por la naturaleza esplendorosa junto a las costas de Escocia, y celosa guarda el grial en la cuarta dimensión allá en el Monasterio de Kildare por tierras irlandesas.
Diosa de las seis caras.
Poeta que recolecta hojas de árboles milenarios con los que rima los poemas más hermosos del universo junto a los fuegos sagrados del tiempo.
Hierba verde que envenena entrañas como muérdago asesino a los enemigos del alma.
Mariposa de alas de color de chocolate y caramelo, que liba el néctar de narcisos, de mímulos, agrimonias y centauras.
¡Hay, miedos!¡Hay tormentas!¡Hay!, sumisa ante el dios del miedo.
Guerrera en mil batallas que junto a Morrigan, La Diosa Luna y Dana, altiva pasea en la victoria como un cuervo sobre los cráneos de los caídos, graznando al viento mientras envaina la espada firme que aleja a los vivos y atemoriza los campos yermos.
Suave estela que a su paso acaricia los pétalos del verano y abraza los desnudos cuerpos de sus amigos, impregnándoles con su aroma, para siempre.
Piedra cálida , o fría, de aristas y matices mágicos, ruma arcaica, tal vez la amatista que nos calma o la turmalina rosa que nos da la inspiración de quién sabe qué.
Druidesa Miren descansa.
Al parecer siempre ocurre, por las mañanas se despierta acurrucada en sus miedos, luego se mira frente al espejo y entonces, desprendida y relajada, mientras se acicala, sonríe.
Probablemente un café, y danzando, danzarina de sueños, danza que danza vuelta al comienzo otra vez, que la jornada promete ser larga.



Vitoria uno de febrero de dos mil doce

02 abril 2013

El pelele















 Caminó y vivió al paso, a distancia, con la mirada trastornada. Transitó por colinas abrasadoras muchos días pasados los años sabáticos. Cuando la luz blanca casi traspasaba la camagua comía sus frutos y saciaba un rato su alma bajo la sombra. ¡Anima mía!. Sacó la coracha y fumó sin tino hasta la aurora. Sin dormir continuó caminando hacia el sur arrastrando sus gastadas chirucas. Miró arriba. Era su sino.

  Pasan por ciudades, por barrancos y cañadas, sin gozar una caricia ni notar como la lluvia lava su cara cada mañana. Aspirando las fragancias a vainilla, a mimosas, a tomillo... Olor a vida. Unidas al corazón las horas pasan volando, caminan solas...






Judimendi veinticinco de octubre de dos mil once