30 diciembre 2011

Pensando en el árbol










 Dormido en la pared de la izquierda, acurrucado entre los listones del cuadro, permanece desde hace veinte años el roble de hojas verdes junto al muro de piedra caliza de Campaspero, que trazo a trazo pintó mi amigo del alma entre las tardes y noches de aquel otoño lejano. Gemelo del que habita en su casa, pues pintó dos. Es una roble fuerte, castellano, de veranos cálidos y secos, donde sus ramas se aprietan abrazando amistades, juegos, y recuerdos. Y es en su azul nítido y claro del cielo donde juguetean brisas frescas y se deslizan voces y gritos juveniles junto a ternuras infinitas, donde reposa desde entonces.
  Hoy se engalana con él mi pensamiento navideño y cantan villancicos los silencios de mi corazón.



Judimendi nueve de diciembre de dos mil diez

15 diciembre 2011

El cuaderno de las tapas negras










  “Todo cuanto tiene nombre existe” dicen, cada cinco metros a lo largo del paseo, las moreras. Ellas fueron testigos silentes del paso de un “felotin” en el pasado invierno, perdiéndose en la niebla cerca del “Puente Mayor”.
  Abajo, en la ribera del río, “El Catarro”, habitante único del lugar, contó al periodista, “haber oído ruidos y cuchicheos entre los juncos sin entender palabra alguna”, pues al parecer cogió tanto miedo que, temeroso, se encerró en su casucha junto a los perros y permaneció de vigilia tras la puerta, hasta el alba. Dicen que esa misma noche “el Rubio”, que al otro lado del río trapichea con vinos de Cigales en su caseta de tablas, insiste en haber percibido el olor de algún “escaramazantin” que “al paso… lanzó suspiros lastimeros”. Indagando el reportero entre los clientes, alguien, sin documentación ni buena catadura, dio fe y entre sollozos masculló, “...que le movieron las carnes aquellos tristes lamentos,... seguro de “escaramazantin”. … “
  Junto al bar “La Cigaleña”, desde donde el tren de vía estrecha parte resoplando de la estación lanzando chorros demoníacos de vapor y chillidos impíos, el cronista local frente a una caña de “Toro” y unos tacos de jamón anotó:
    “Hace días, al parecer, un gitano llamado “El Calorro” trasportaba atado a su carro un “argaripupiérgalo”, casi arrastras,  que en un descuido se escapó en dirección a la fábrica de harinas que hay al lado del puente, junto al canal, y allí perdieron su rastro”.
  Hay quien no se lo cree, pero es sabido que “La Chaparra”, ciega vieja que malvive en “la Cuesta La Maruquesa”, suele contar a quien quiera oírla, “...que siendo niña, su abuela, había asistido llevada por la necesidad a una reunión de payos de “la calle En Medio”, donde sacrificaron ese día, dos escaramazantines, dos felotines y un argaripupiérgalo, y luego los despiezaron con sus manos”.
  Así se pudo leer antaño en el noticiero local.
  Y justo es reconocer que, incluso en casa “La Juanita”, desde siempre se sabía que en la repisa de arriba, junto a los tarros de café, los manojos secos de manzanilla y las latas de aceite “La Cordobesa”, había un frasco verde de cuyo contenido nadie hablaba y a donde los chavales del barrio miraban temerosos con más atención que al tarro de golosinas con tapa de metal que tenían a su alcance en el mostrador.
  Alguna vez se oyó a la maestra de párvulos, Doña Pilar, con apenas un hilo de voz decir haciendo a un tiempo la señal de la cruz - “¡Líbrenos Dios de los felotines...!” al tiempo que se perdía por Los Corralones.

  De estas ensoñaciones, tiritando de frío y miedo, salió sobresaltado el chico. Aturdido aún vio a lo lejos, entre la niebla, acercarse lentamente al que esperaba. Era la figura oscura de un hombre con la gorra calada hasta las orejas y un abrigo largo llevando en sus bolsillos dos botellas de licor.
    -Abrígate -, dijo al darle alcance. Y él sin mediar palabra, se subió la solapa de la americana, encogió los hombros y le siguió, mirando hacia atrás de vez en cuanto.
  Cruzaron el río por el Puente Mayor. Las barandillas estaban cubiertas de escarcha, de centelladas de frío. Abajo en la negrura de la noche la caseta del “Catarro” apenas se percibía.      Caminaron junto a la estación y dejando a un lado “La Cigaleña” se adentraron por la calle “En Medio”, entre casas molineras donde el humo blanco apretaba las chimeneas.
  ¡Ay!,...¡¡”Escaramazantines”!!...., ¡¡”Felotines”!! ...,¡¡”Argaripupiergalos”...!!.
  Al pronto miríadas de sentimientos contradictorios hicieron que en ese instante corriera, corriera como un loco y al llegar al corralón, gritara ¡Madre! ¡Madre!, ya llegó padre.... Y se apretó el pecho con las manos amoratadas de frío, temblando de miedo, mientras ellos se abrazan.
  Lentamente, cerró la puerta echando una última mirada a la oscuridad. A sus espaldas sintió el calor de la lumbre, sonó una pandereta y comenzaron los villancicos.
          “¡Zarandan, zarandan, zarandillo, zarandillo, zarandan!... ”.
  ¡Sí!... probablemente todo cuanto se cuenta ya ha existido.



  Sin apenas darse cuenta, cierra el cuaderno de tapas negras. Lo pone sobre su falda. Se quita las lentes. Allí, descansando sobre las ojeras, permanecen sus pequeños ojos verdes que, lentamente, recorren con la mirada la sala de espera vacía. Tras la ventana, las luces iluminan en la noche la avenida. El reloj de la pared marca las doce y cinco. Lleva allí sentada más de una hora. La enfermera le dio una pastilla blanca y un vaso con agua después de que a Rilo se lo llevaran, inconsciente, en la camilla metálica por el pasillo de enfrente, con los ojos cerrados.
    -”Todo irá bien, todo va a ir bien”, - había dicho el doctor de la bata verde antes de cruzar la puerta gris.
  La mochila permanece a su lado. Dentro las botas de deporte, el chándal, un frasco de colonia, unos libros, el reloj de pulsera de cuero amarillo, un llavero con tres llaves, un móvil, un monedero, la tarjeta de plástico para el autobús, y el cuaderno de tapas negras de Rilo que ahora descansa en el regazo de Clara, en espera.
   -”Sí, todo ira bien”.
  Toma de nuevo el cuaderno de tapas negras; se desperezan las lentes, lo abre al azar y lee:


 
   "Entonces los caminos se convierten en ríos".    
 Y nadábamos desnudos, al declinar la tarde, desplegando nuestra inocencia entre limos, perdidos en cada recodo, en cada calle, en cada patio-corrala, junto a las paneras vacías donde el tamo bailaba al trasluz del rayo oblicuo de la siesta.
 Y gritábamos entre los abrevaderos, buscando en la oscuridad de los ojos del ganado cualquier indicio de miedo, esquivando ramales y cencerros. Pisando alados la paja sucia y el estiércol aún caliente y humeante. Esperando, al correr, sementales y gorrinos, el trallazo del mayoral, mientras sus pezuñas negras golpeaban la madera bajando del camión tras el viaje desde la dehesa.
 Desde la ventana interior se disparan siempre miradas traviesas a los muslos de los jóvenes, sobre sus rodillas negras, sus pantalones zurcidos y sobre todo del cordel de cáñamo que aprieta sin ataduras apenas. Miradas cruzadas a la carrera, sin aliento, sin sellos que permanecen en la saliva, en el tiempo.
 Blusas blancas que se adivinan en el portal oscuro, junto a la escalera que sube, al caer la noche. Apretados besos con la boca abierta, sintiendo el bello húmedo y la sal. Pezones enhiestos, calientes, tersos,… mermelada de cereza, entrecortado el aliento.
-¡Que pasó el día, niña!,- en el verano de allá, del recuerdo, donde las acacias ofrecían sus flores y las malvas sus panecillos en los bordes de los caminos.
 Permanecen encima de “la turca” doblados y en silencio los trozos de mi existencia. Cromos apilados en montones de melancolías; de colores dulces verdes y amarillos, envueltos con cariño.
 Los ojos de la vida cerrados, bien prietos, sólo así, entonces..., los caminos se convierten en ríos.


  Y al pronto, la puerta gris se abre aparece el doctor de la bata verde y el tiempo se acelera vertiginosamente. Se desliza por el pasillo resbalando por las baldosas blancas de las paredes hasta chocar contra el reloj y allí coinciden en marcar las manecillas las dos y veinte.
     -”Hicimos todo lo que en nuestra mano   …”-.
  Su gesto, su abrazo, su mente se esparcen a su alrededor en un segundo plano y la envuelven a las dos y veinte.
  El cuaderno de las tapas negras cae de sus manos y recorre vertical y libre el camino hasta el suelo, retozando sus páginas en el trayecto y a las dos y veinte permanece para siempre quieto.
  El eco de la estancia vacía se dispuso a repetir el grito de Clara y no pudo. Sólo un agónico.            
   - ¡Rilo!, ¡Hijo mío!, ¡Rilo!... - se escuchó.


10 diciembre 2011

Por la pendiente...




Por la pendiente de la pura pena...
ruedan tensas palabras mías.
Sufren en silencio eterna condena...
tristezas del alma, melancolías.




07 diciembre 2011

Haiku













Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.


La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.

Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.

Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.

El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.

Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?


La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.




J.L.Borges

26 noviembre 2011

Ansia y asfalto






 


Te tuerces, retuerces. Te enroscas, desenroscas. Te esfuerzas. Ansias, lleno de ansias. Extenuada hasta la extenuación. Ten enfrente, enfrentate de frente. Frente a frente. Te envuelves, regresas al centro, te enroscas y tuerces sin posibilidad de giro al frente, siempre enfrente en tu mente retuerces. Ansias, bocanadas de ansias, desenroscándose en la mente. De antemano siempre hacia adelante, sin esfuerzo aparente envuelta entre la mente y el frente. El ojo cierto dentro, envuelto, enmarañado, ansiosamente lleno. Torcido. Te retuerces y regresas rápidamente a la mente, a la consciencia, al conocimiento dentro de la mente. Otrora arriba, ahora enfrente, de frente hasta la extenuación. Ansias, buches de ansias en la mente. Y en la frente agua salina, fría, recurrente, llenando espacios mientras te retuerces. Consciente entre ansias te esfuerzas, resbala el agua recurrente.
Tendida, desenroscada, ausente,... su corazón deja de latir junto al asfalto.



Judimendi trece de enero de dos mil once



13 noviembre 2011

Jacinto









 




   Jacinto es serio y formal. Luce canas. A veces nos suele contar, cuando le parece, estando juntos en alguna celebración y nadie se puede escapar, con sus brillantes ojos expresivos, sus chascarrillos, sucedidos y escusas. Solamente, eso si, cuando le parece porque en caso contrario toma las de Villadiego y en silencio sin hacer caso se pierde en sus quehaceres, que con el tiempo ya son pocos, o simplemente encoje sus hombros, medio sonríe y calla.
   Contó no hace mucho, reía mientras lo contaba y que feliz se le veía, al par que liaba un caldo despacio, como, siendo tía Julia aún moza, en un viaje que en verano hicieron al pueblo playero donde se pasaban los tres meses largos de estío,  este sucedido. Mi madre le miraba con ternura.
   Fue en aquel tren de fuego, madera, traqueteo y conversación,  donde acertó a pasar el revisor con su gorra de plato azul. - Aún le estoy viendo, dijo la abuela Mercedes, tan estirado y bizqueando. “El carné”, espetó. Y vaya si le dí el carné de plástico.
- ¡Que no!. ¿Como que no?. -¡Que no!. ¿Como que no?. ¡Es!, dije.  ¡Es!, ¿es que no lo ves?. Y se levantaba del asiento ya nervioso al tiempo que la abuela Mercedes le sujetaba tirando de la manga. El revisor, con su evidente tic, acalorado, y yo más. - ¿Recuerdas Julia que congestivo se puso? ¿Y que pesado?. Solo vuelta a decir ¿Que no?. Y yo, ¡Que es, y es!.
  Cuando marchó, - todos quedamos en silencio-, decía la abuela, y Jacinto miró el carné. - ¡Y que más da! . Ya vi que era el carné de la nieta. El tuyo le mostraba, ¡princesa!, ¡que no es poco!.
   Y reía Jacinto. Cuando reía todos nos serenábamos nos encontrábamos dentro de el. Hombre formal y serio de los que al recordar se enredan en nuestro corazón es mi abuelo Jacinto.


Para Estíbaliz


Judimendi diez y siete de febrero de dos mil once


04 noviembre 2011

¿Quién es?












  Vaya usted a saber, desde siempre el mismo, un Peter Pan al uso, paseante de ciudades que circula siempre en bicicleta a piñón fijo y se desliza sigiloso en ensoñaciones y parafernalias mercantiles. Culebreando por valles y espacios melindrosos con una vara de nogal o de castaño. Esquivando hayedos hechizados en los montes de los sesenta. Escuchando en los vientos mareros al amanecer, cantos alegres casi pastoriles, el susurro de aves de vuelo corto, picazas y mirlos blancos los menos.
  El miembro de la comparsa que se mueve entero, dislocado, al ritmo que le marcan las arrugas del tiempo y las canas. Un entretenido jugueteando entre estanterías descolocadas sin ton ni son. O una pirámide. O un juego de casino. O un instante en la vida del mundo racional.
  Tal vez el aperitivo que desaparece apenas puesto sobre el mantel de un cumpleaños. ¿Un consciente?. Para alguien todo, y para otros un descarado con ironías y apenas una leve sonrisa. En el océano, una ola que lanza espuma sobre los ojos de Neptuno. Un desinterés, una desgana.  Un vestido de flores violetas, porque es su color predilecto. El que nunca piensa cuando canta. Porque las tardes siempre le languidecen a las mismas y exactas horas en el reloj del ayuntamiento del pueblo de los serios.
  A más, el mismo de anteayer.




Gazalbide el ocho de marzo de dos mil once

18 octubre 2011

El cazador, el nómada, el peregrino

Paráfrasis de Khabíl Gibran
“El loco, el profeta, el vagabundo”








Si te cuentan que al otro lado del río en aquella noche de luna llena, las pisadas sigilosas de los jóvenes entre los árboles frutales y las barbajas, se dirijan a un lugar concreto, no lo creas. En fila de a uno, con la mirada fija en la nuca despejada del anterior, solo seguían al miedo, la emoción y la intriga.
Las zarzamoras herían sus piernas y tal vez algún búho vigilante les perdía la vista tras la casa del cachicán. Una escopeta de plomillos dirigía la cacería según cuentan. 
  Detrás las linternas como luciérnagas miopes daban dentelladas en la oscuridad. Arrumacos de gorriones en lo alto de las moreras, esponjadita su blanca panza.
 Y te digo que, después del metálico sonido,  solo el golpe seco contra el suelo de los pajarillos moribundos paralizaba a los grillos un instante. Colgadas sus cabezas en el cinto, cada uno de ellos se dispersaba por las callejas y corralas.
  Solo “el Mosco” al amanecer permanecía aculado junto a las tapias del “tío Chaqueta” contando mercancías y estrellas, peonzas y titos de alberchigo de los de silbo fácil, y canicones de barro con trozos de pintura sobrevivientes de peleas junto a la iglesia. Porque, el solo,  llevaba en los bolsillos del pantalón de pana más trocitos de historias que cualquier otro mocoso del barrio. “El Mosco” tenía un brazo al revés de una caída mal curada, y dos cicatrices paralelas en la mejilla, y un calorro por padre que le untaba cada día y cada poco sin más. Pocas veces sonreía, y si acaso cuando trepaba por los tapiales arañándose las rodillas se desprendía un cálido fuego de satisfacción y confidencia de sus ojos aceituna, que siempre, te digo, siempre, terminaba por amargar.
  Dicen que partió con su hermano para la casa de otro clan de familiares del Barrio España al otro lado del río. Al irse dejo para “el Bolita” su tirachinas.
  Un día hace tiempo, lunes,  en el mercadillo del Barrio los Pajarillos, sentado sobre un cajón de madera junto a las telas de franela y lino se le vio liar un cigarrillo mientras cantaba entre dientes unas estrofas muy quedo.

“Por tierras negras y extrañas
caminan las penas mías.
Sin saber que cada noche
las maldigo de por vida “

¡Pajaricos!, pajaricos míos,... peregrinos del alma.


Judimendi dieciséis de marzo de dos mil once

11 octubre 2011

Veinte poemas de amor y una canción desesperada





Poema 2

En tu llama mortal la luz te envuelve

En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas.
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.



Pablo Neruda

04 octubre 2011

Reseña de la novela que no existe









 "Las travesuras de la niña mala "
  (Ovidio Citolo 1879-1921)



  Se dice que atraviesa una crisis existencial en el momento de editar esta novela psicológica el autor que nos ocupa y quizás por ello o porque las críticas a su anterior aventura literaria aún persisten en él, lo cierto es que en esta obra nos desmenuza en el breve espacio de tiempo de una tarde otoñal, las vivencias de una jovencita enferma, Eloisa Cifuentes Calero, quien junto a sus amiguitas Constanza, Genoveva y Carlota reviven aventuras no muy lejanas. Penetra a través de ellas en la personalidad de Eloisa mostrándonos cada rasgo con mano firme y distante como quien disecciona anatómicamente una mano.
  Ávido de su juventud nos introduce en sus pensamientos más íntimos y nos traslada por la habitación recreando la atmósfera con una lentitud exasperante. Con medidas dosis nos muestra el sufrimiento final de Eloisa, su desesperanza y abatimiento.
  Quedan indeterminados los últimos capítulos en los que se aprecia diligencia formal por terminar esta obra que no nos hace cambiar de opinión sobre el momento que como decíamos consume al autor.


en clase a catorce de octubre de dos mil diez



26 septiembre 2011

La moneda falsa





  Sacaras el monedero donde casi siempre deambulan sigilosas cuatro perras y cuidadosamente las colocaras enfrente de nosotros, pequeños pínfanos, con una absoluta seguridad. Tus dedos finos quedarán simétricamente situados encima de la mesa. Nos miraras a cada uno dulcemente y tu sonrisa nos envolverá como un sudario adolescente, acomodándose en nuestros corazones con una ternura insoportable.
  Te rodearemos con nuestra emociones sin tener en cuenta que en ese instante único, esquivo y relajado, cada uno de nosotros espera que la siguiente acción, cualquiera fijate, suceda y nos siga embelesando. Porque eres el centro, el fiel, el grano fértil depositado en la tierra.
  Y sin embargo allí estoy odiándote, mordiéndome los labios hasta sangrar, impotente por no ser tu, derrotado, arañado en lo más hondo de mi interior por ansias inconfesables. Rojo y tartamudo. Esta es mi alma dormida la más veces. Trinchera de cobardes. El desplazado casi siempre



Judimendi veinticuatro de marzo de dos mil once

22 septiembre 2011

Encuentros con el viento



Ni solicito ni espero llevar al lector a mi bando en este desenredo que me dispongo a escribir si no es desde su convicción, soy un hombre tendente a la reflexión y la meditación, de otra parte común en todas las personas, y me complace compartir el presente caso, si encuentro valor suficiente para divulgarlo.
Esta lectura va enfocada a los que sobrepasan los 55 años, pero si me preguntáis la causa de la elección de este dígito, no tengo respuesta, me ha surgido sin reflexión.
Cincuenta y cinco es el número atómico del cesio, es el código internacional de Brasil, es el año que nació el filósofo griego Epícteto, el año que Claudio es asesinado por Nerón, a partir de los 55 ya puedes viajar con la entidad bancaria, ser otra vez estudiante....... puedes empezar si es tu deseo a ser mayor, sí, he dicho deseo.
Acabo de coronar la alta cima de un monte, sin denuedo no se consigue, me encuentro fatigado y relajado, contemplando mi feudo paisajistico, dueño de mi mismo, con los sentidos agudamente vivos, despiertos, latentes, al acecho de sensaciones, no hay interferencias, hubiera pasado un buen día a no ser que en ese irrepetible instante de encontrada soledad, de paz, de “montasmo”, el viento me aborda con una pregunta irrefrenable, y como el colono temporal de la cima le hace caso omiso, una ráfaga tan impetuosa que estuvo a punto de levantarme del suelo solicita mi atención y me clama respuesta, no me deja en libertad de discutir, lucho por racionalizar la nerviosidad que me domina.
La primera vez que me sucedió, traté de convencerme que mucho sino todo lo que sentía, era causado por la influencia de mi imaginación, pero no es la primera vez que me acontece este suceso, es como si escuchara un sonido quimérico, pero aseguro que si no le doy contestación seguirá con infinita insistencia, pues el viento retiene y viaja con todas las preguntas sin repuesta, las de todos, y solo te deja adueñarte de ella si la contestas y como el encuentro entre ambos por obvio es ineludible, en el momento más inoportuno me venteará de nuevo la pregunta.
Doy por establecido que en ningún momento lo imaginario afecta a mi intelecto, actualmente bien nutrido de filosofía y humanismo, quiero manifestar que las sombras no me atemorizan.
Entre esta contienda, entre sentimiento e imaginario, con el compromiso de neutralidad, sin menosprecio ni sobrestima, he decidido direccionar mis neuronas a la búsqueda de una respuesta a la pregunta por el viento formulada.
Como disciplina de trabajo y para sumergirme en el agitado mar de ideas, solicito licencia para definir como adulto tardío a quien sobrepasa los 55 años, pues me rebotan las palabras mayor, anciano, viejo y senil.
La Real Academia define a “mayor” como Persona entrada en años, de edad avanzada , “anciano” lo define como Persona de mucha edad. Estará de acuerdo conmigo – o sin mí - el lector o lectora, que con cualquier cifra de dos dígitos el significado también sería impreciso.
Ante esta inexactitud, me debato en una pelea titánica por tratar de recordar, de encontrar, un vestigio, un indicio que sea capaz de darme el destello temporal del momento que invades la zona de edad avanzada, del instante de mucha edad.
En la ansiosa persecución de este objetivo, he realizado alguna reflexión y planeado estrategias, una la exterior, la parte física, la que veis todos menos yo, he interrogado a mis amigos - a los de más edad por su experiencia y a los de menos edad por su diferencia - si me ven mayor, y en caso de respuesta afirmativa, les suplico con humildad me indiquen a partir de cuando fue esa percepción, siempre me responden por igual, sin palabras, con mímica, utilizando gestos de ignorancia y de extrañeza, como si esta demanda fuera el primer síntoma dudoso de un mayor.
Confieso que todas las mañanas despierto con alegría juvenil e impaciencia, y sin ninguna lentitud, guiado por la diaria y repetitiva matinal secuencia del aseo, me dejo atraer por el espejo esperando hallar la solución, me examino con esperanza, me analizo minuciosamente, y con el mismo interés que el buscador de diamantes aguarda un destello de luz en el cúbico carbono, trato de encontrar un rasgo diferente entre yo – el recién despertado - y el personaje del espejo, para hallar el resurgir de una arruga más, otra cana, una mueca senil, un pómulo caído, otro lentigo en la piel, pero diariamente descubro que el personaje del espejo es mi exacta réplica, soy idéntico.
Por esta vía no hay solución para mi enigma, y he empezado a plantearme la conveniente hipótesis de que no me he hecho mayor, aún no se ha iniciado la mutación.
El brevísimo instante de este cambio - el de pasar a ser mayor - sé que nunca lo encontraré, el tiempo se mide en años, meses, semanas, días, minutos, segundos, centésimas, milésimas ...... y en una de estas micro divisiones temporales, si se realiza la “mutación”, la de pasar a ser mayor, el impactado no la percibe, pues puede que experimente un escalofrío, un hipo, un tic, un temblor, un estornudo, que confundirá con cualquier otra sensación y en mi defensa quiero alegar, que no es que no ponga atención en ese preciso instante del imaginario impacto, pero puedo estar ensimismado descodificando el mensaje de una mirada, interpretando una frase encantadora, siguiendo el balanceo de la hierba bajo la batuta del viento, seducido bajo los efluvios de un vino.... y entonces la sensación de la percepción del cambio – si se produce - me pasará desapercibida o puede que la sensación sea inexistente, y de nuevo me planteo la conveniente hipótesis de que no ha llegado el momento de ser mayor.
En aplicación de nuestras enseñanzas, puede que el cambio sea químico, el núcleo de una célula cambia, una neurona retira su axón o dendrita y no conecta, desciende el número de sinapsis, pero por esa causa cualquiera puede ser mayor, - incluso una joven lectora - y para salir de la duda, se requeriría un examen médico que la sanidad no estaría dispuesta a realizar, la demanda se generalizaría, toda persona desearía averiguar si está inficionada, un coste demasiado elevado para diagnosticar esta nueva anormalidad dañosa.
El lector o lectora ocurrente estará pensando en la discutible comparativa fotográfica, pero es una alarma por completo inmotivada, pues un meditador que se considere, como es el caso, ya se lo ha planteado y la turbación es mayor.
He tomado fotos de 10 años atrás, y reparo - aunque me cuesta - que hay diferencias, menos arrugas, mas pelo, menos canas, sin gafas.
Por concluir este repaso fotográfico, si invertimos el giro de la búsqueda y vemos fotos en ciclos de 5 años desde la infancia, la auténtica verdad es que los cambios físicos no se detienen, nos hacemos mayores día a día desde que iniciamos la andadura vital.
Persisto en no encontrar elementos convincentes y me conviene en este momento avivar la hipótesis de que ser mayor pueda ser imaginario.
Podría aceptar la posibilidad que en las personas de más edad, la toma de conciencia de la senilidad empezara a surgir en forma cada vez más real a través de cambios físicos (calvicie, canicie, arrugas...) pero vivimos otros tiempos, y en el presente, hay treinteañeros con canas, calvos o pelados y hasta la arruga es bella.
Lo he intentado, el lector o lectora es testigo, pero no puedo enlazar edad con mayor, tampoco nadie actúa en contra de sus razonamientos y todo depende de uno mismo, hemos aprendido que la edad deteriora las células, al espíritu solo lo menoscaba su poseedor, por contra para hacerse mayor, mayor, solo hay que querer o dejarse de querer.
Eres mayor cuando todos los días son iguales, pasas al estadio vitalicio de edad avanzada si tu agenda está en blanco, la mutación se inicia cuando solo vives pensando en los ayeres.
Me veo obligado a incurrir en la satisfactoria conclusión de que no eres mayor cuando tratas de renovarte cada día que comienza, cuando tienes tu agenda con proyectos y obligaciones para cumplir mañana, pasado ...., cuando haces que cada día sea único.
Bajo el influjo de un bello amanecer inicio una nueva escalada cimera, la mochila portea las reflexiones, la cámara de fotos los recuerdos, los bastones como necesario apoyo, en la llanura retazos de niebla permanecen aún cosidos a la tierra, la fatiga del andante aumenta con el tiempo pero hay que continuar, en la cima llueve y reina un fuerte ventarrón con bruscos cambios de dirección, la roca gime herida por el viento, en este preciso instante me propongo saldar mi deuda con el viento o con mi imaginación – no estoy seguro – y darle respuesta a que es SER MAYOR.
Libero mis pensamientos y con un sentimiento de sofoco venteo mis reflexiones.
En la angustiosa espera de percibir un indicio, una señal de conformidad o desacuerdo, siento el azote provocativo de una gélida ventisca, a la que en un acto reflejo le planto cara en actitud desafiante, seguro de mí mismo, y en este dual y desigual enfrentamiento, percibo que el viento varía su cadencia, y bajo un matiz de duda creo advertir en mi oído, como ocultas en un susurro, sueltas e inconexas palabras, que una vez desolladas y ordenadas, enuncian: “El sentimiento de ser mayor es inequívoco, pero la libertad de serlo cuando uno quiera es personal”.
La lluvia cesa, la ventisca amaina con lentitud y va mudándose a una brisa apacible, cálida, envolvente, que como si de un hechizo se tratara, atempera mi nerviosidad y me inunda en una tranquila y ansiada paz.


Pedro Moreno



15 septiembre 2011

Y si Miren, no fuera Miren, ... ¿quién sería?













 

  Maruca, la joven que se cruzó conmigo una mañana de mayo en el andén de cercanías de Alcalá de Henares hace un par de días sin ir más lejos con su coleta rubia hasta la cintura y su sonrisa diáfana, alborotada y feliz de la mano de su madre. ¡Al tren! ¡Al tren! …, gritaba, con sus zapatillas negras, sus calcetines blancos y un vestido de brocado azul turquesa con florecillas de pitiminí. Corrió, corrió,...se fue.

  Maruca, la parvulista subida en la tarima con su regla toledana en ristre frente a catorce gurruminos atolondrados que miran el zurcido de sus medias mientras deletrea LU DI ON como una marisabidilla señalando en cada silaba un indispensable rincón del habitáculo. Subiendo cada poco con el índice libre la grupa de sus gafas hasta muy cerca de sus miopes ojos de color verde manzana, al par que, sin verecundia alguna, a duras penas, el moño de estopa retorcido titila allá en su nuca donde desprovisto de substancia de provecho alguno cuelga un singular lazo de color rosa desvaído.

  Maruca, la primavera azucena dulce como la azufaifa con la chalina ladeada en sus hombros morenos y su vestidillo de lunares rojos con volantes y flequillos, danzando airosa una zambra gitana en una noche de estrellas sin luna alrededor de la lumbre, al compás de pavesas y coplas, entre palmas y jaranas.

  Maruca, en una hamaca frente al horizonte cárdeno en el placer del mar sintiendo en su piel la flor del viento, sobornando a las plácidas olas en su vaivén con sus ojos negros para que acaricien sus delicados pies hasta el amanecer, temblando toda, con la mirada perdida en lo más profundo de su alma, tejiendo y deshaciendo interminables hilos que en su mente se abrazan y deshilachan sin tino ni medida, sintiendo en su blanco pecho los rizos negro azabache dormidos como una seda mientras anuncia su corazón noche atrevida.

  Maruca ...pues quién a de ser, y ya es a un tiempo... Miren,.... ¿ lo ves ?.




                                            en Vitoria a dieciséis de noviembre de dos mil diez


08 septiembre 2011

En la estación de San Bartolomé










La historia cuenta lo que sucedió
la poesía lo que debió suceder...”



Ayer mismo, hace cincuenta años, Amando subido a la tapia de la estación con sus pantalones bombachos de tirantes y su camisa blanca arremangada hasta los codos nos esperaba impaciente. Miraba a ambos lados de la plaza esperando en vano nuestra llegada.
Era verano, lo recuerdo ahora, a la hora de la siesta cuando las calles vacías solían doblarse al sol.
En la mañana, en la ribera del río, habíamos tenido una discusión tras el chapuzón de las doce. Angelines habia tomado partido. Únicamente fue un leve roce en el brazo el que causó el enojo entre ambos. Su cara enrojeció como una calabaza encarnada. Y nos miramos después cuando Amando cogió la toalla y sin apenas aire marchó.

Hasta la tarde en la plaza”-, dijo.

Cincuenta años después he recibido la carta de Angelines, una más.

- “Amando cogió el tren ayer hacia el infinito, iba solo con su sombrero negro ladeado y la sonrisa cínica de siempre. Permanezco aquí esperándote“-
Y sí, la historia cuenta lo que sucedió, la poesía …





En clase a veintidós de octubre de dos mil diez





02 septiembre 2011

Verano en el Costa Brava

  




Después del gazapo, en la confusión constante entre vientos de esquina de espera y lecturas de nombres que intercambian cartas elegidas al azar, tendremos que establecer un contacto con el más allá para saludar sin miedo a esas palabras incestuosas y dar la confirmación real al laberinto del que se nutren, lo humano. Y espero tu respuesta confusión mía.
   Me recuerda a Eugenio, sanguíneo, joven, que seguramente no juegue al mus, ni se permita soltar un ¡¡Hostias Juan, despierta!!. Este siempre en Nirvana o con la grifa del cocido a cuestas. Era en el Costa Brava, por la tarde.
    Y locuaz ella lo descubre entre las páginas del diccionario. Movió el guante y topó el libro. Juegan los aros uno al lado del otro, mientras el cuello del pijama se aparta para recibir el pelo pícaro donde descansaran traviesas las palabras. De Venus, de carne por dentro y pieles suaves a su alrededor. Bipolares. Extremeña puta de pago, de agenda roja. El cliente se va a la casa de campo como los conejos cameros de la parva de la ria.
   Iluminan los juncos con motivos navideños mientras las ranas se parten de la risa acopladas de tres en tres y todos nos elevamos por encima de las estrellas hasta el fin del universo.




Judimendi dos de diciembre de dos mil diez

30 agosto 2011

Veinte poemas de amor y una canción desesperada













Poema 1

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos... 
    
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.

Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.


Pablo Neruda

24 agosto 2011

Carteta












Querida Miren :

Tentado estoy de volver a cerrar los ojos y permitir que el sueño permanezca a mi lado un poco más.
Me dicen que estoy de nuevo en New York, en este lado del océano a donde como bien sabes durante cincuenta años me negué a venir. Me quedan tres horas para una nueva sesión de no sé que diantres artificio para mantenerme muerto, y me revelo.
Solamente unas palabras de despedida cuando el ciclo de los mitos deje de girar y Aquiles demande la espiral del dios del viento y volvamos a encontrarnos tal vez. Prometeme que te pensaras en serio recordarme que un día estuvimos juntos y felices en Barcelona.
A tu lado siempre.



en clase el siete de octubre de dos mil diez



11 agosto 2011

Tinto Protos





  Y tras las campanadas. ¡Zas! Un paquete en rosa y celofán alargado en donde los hombros son asas y la cabeza una tarjeta blanca con mi nombre impreso. Un instante de emoción donde con la mirada requieres, incitas, investigas, entre gentes sencillas y afables, de sonrisas amplias y francas.     Y ...  ¡Ah!   ¡Oh!. Nadie dice nada e inquieren a su vez iluminando sus ojos con alegría. Recorren recovecos sencillos y fáciles de encontrar en mi corazón.    Y sí, lo agradezco. Estoy con mi regalo y manifiesto mi satisfacción. He tenido un regalo. Una botella de vino tinto, de morapio con marca. Luego, que más da, nos bebemos el ribera con unos mazapanes y cantamos aquel villancico de siempre


Judimendi trece de enero de dos mil once


08 agosto 2011

Las mujeres











Las mujeres tienen fuerzas que asombran a los hombres.
Ellas cargan niños, penas, y cosas pesadas;
sin embargo, tienen espacio para la felicidad, el amor y la alegría.
Ellas sonríen cuando quieren gritar.
Cantan cuando quieren llorar.
Lloran cuando están contentas y ríen cuando están nerviosas.
Las mujeres esperan una llamada por teléfono avisando que llegó a casa sano y salvo
un amigo o pariente que salió en tiempo de tormenta.
Las mujeres tienen cualidades especiales.
Se ofrecen para las causas buenas.
Ellas son voluntarias en hospitales, llevan comida a los necesitados.
Ellas trabajan como niñeras, ejecutivas, abogadas, amas de casa,
y solucionan disputas entre niños y también entre sus vecinos.
Usan trajes, vaqueros y uniformes.
Luchan por lo que ellas creen.
Se enfrentan ante la injusticia.
Ellas votan por quien creen que hará lo que más beneficie a las familias.
Las mujeres hablan y recorren largos caminos para conseguir
la mejor escuela para sus niños y la mejor atención para la salud de su familia.
Ellas escriben a los editores, diputados y al “poder que sea”
para lograr beneficios que hagan la vida mejor.
Ellas no aceptan un “no” por respuesta cuando están convencidas que hay alguna solución.
Las mujeres logran que sus niños puedan tener zapatos nuevos.
Acompañan a algún amigo preocupado al doctor.
Ellas aman incondicionalmente.
Las mujeres son honradas, fieles, y saben perdonar.
Son inteligentes y conocen su poder; sin embargo,
saben usar su lado más suave cuando quieren conseguir algo.
Las mujeres quieren lo mejor para su familia, sus amigos, y ellas mismas.
Lloran cuando sus niños sobresalen
y se alegran cuando sus amigos obtienen premios.
Las mujeres se alegran (o lloran) cuando se enteran de un nacimiento o un nuevo matrimonio.
Sus corazones se rompen cuando fallece algún amigo.
Sufren ante la pérdida de un familiar, pero todavía
sacan fuerzas cuando el resto ya no la tiene.
El toque de una mujer puede curar alguna dolencia.
Saben que un abrazo y un beso pueden sanar un corazón roto.
Una mujer puede lograr que una tarde sea romántica, inolvidable.
Las mujeres vienen en todos los tamaños, colores y formas.
Viven en casas, apartamentos y cabañas.
Ellas manejan, vuelan, caminan, corren o usan el e-mail para demostrarte cuánto se preocupan por vos.
El corazón de una mujer es lo que hace girar al mundo!
Las mujeres hacen más que solo dar la vida.
Ellas traen alegría y esperanza.
Comparten ideales y reparten compasión.
Dan apoyo moral a su familia y amigos.
Todo lo que ellas quieren es un abrazo,
una sonrisa para que vos puedas hacer lo mismo con otras personas.
Las mujeres tienen mucho que decir y mucho para dar.
La belleza de una mujer no está en la ropa que lleve,
la figura que tenga, o la manera en que se peine.
La belleza de una mujer debe verse en sus ojos,
porque esa es la puerta a su corazón,
el lugar donde el amor reside.
La belleza de una mujer no está en un lunar facial,
la verdadera belleza de una mujer se refleja en su alma.
Es el cuidado que ella amorosamente da,
la pasión que ella muestra.
La belleza de una mujer con el pasar de los años crece!


Jorge Luis Borges



01 agosto 2011

Vas y vienes





  Y vas y vienes y te traicionas. Y después lo mismo con otro, quizás, vestido o quimono o chándal. Te marcaras un tango pitongo mientras trajinas entre puzles imposibles. Los Reyes Magos existen y van tras el sol resplandeciente que no es el de aquí al lado precisamente y no sé como pero todos atentamente les seguimos.

  Después llovió torrencialmente y necesariamente mira tú. Jonás y nada más.

  En tu vientre me encuentro feliz. Que paquetón, que grito, que suspiro.

  Cinco colores colgados. Qué fue ello. ¿Dialogamos con los hijos, inquirimos?. Son traidores los disgustos de la sorpresa y las risas inusitadas. Nos abrazamos en Madrid o solamente paseábamos por allí. Cerré la puerta y te sentaste enfrente. Sonreías. Era un frasco de colonia. O una combinación perfecta. Marcabas los tiempos, medias las distancias seguramente. Bailarina de porcelana o calendario de viaje. Te reencuentro, te encuentro. La nieve de Baltasar. ¡Plas! ¡Plas! ¡Plas!. Todos tenemos un lazo en la muñeca de nuestra hermana. Me convulsiono adrede y tartamudeo. Que hay de lo mio. Y rimo lo mio no te creas.
  El diafragma me persigue calle abajo, todas me persiguen alocadas, de tres en tres o a mi me lo parece. Y silencio todas las ideas en una idea, en un concepto, en uno solo, conocimiento y amor tras el uno.
  Cinco colores pringados enfrente se enzarzan entre si mostrándome sus intestinos pegados con celofán a la pared.



Judimendi trece de enero de dos mil once

25 julio 2011

Yo hablo, tu escuchas, el... escribe




                             





                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   A los compañeros de clase

Y sin apenas darnos cuenta elevó la voz y se introdujo entre nosotros seductora e inteligente. Paseamos con ella por el Congo, ¡ viva la conga !, y después el colega resurgió del fondo. Al fondo y sin reloj se nos interpuso una comunicación. Los personajes iban y venían al lado de la dama del abanico.
  Mucho, mucho. Narrativa contemporánea. Ni corto ni perezoso recopiló entre otros un poema ingles “..incontables las lunas sobre las azoteas.. “ mientras, los mil soles, apagaron los derechos de autor. El cine nos lo contará mañana cubierto con el burka prohibido. El foco de la pantalla, nos comentó, estaba impenitente en espera de … ¡ No !, no te contaré más Colas.
  Itero lo dicho, itero lo escrito, me itero a mi mismo. En el útero de la masa, dentro de, entre, más dentro aún, adentro.
  Opinas tú, porque somos seis, media docena de seres mientras escuchan los bolígrafos. Los seres humanos que capacidad tienen para olvidarse entre ellos. Te lo recomiendo.
  Y el coronel de rojo estudió derecho y sin escribir espero respuesta de Le Monde. Naturalmente nadie le escribió. La calderilla iberoamericana tomó los bártulos y paseo por Paris sus miserias. Fuentes mágicas donde beber vino blanco con traje color tabaco y panamá en el cogote.
  Clandestina transcurre la tarde y todo lo demás. ¡Si! ¡Si!. Sólo dos voces, un dúo, un trino mientras el negro bailaba sin objetivo conocido. Como Paúl el norteamericano nuestro del norte. Casi nació traduciendo petroleros de Omán.
  Te envuelvo en papel de celofán del paraíso, de llegada. Te mando trabajar tu identidad. Te drogo, tomo y dejo. El perro decisivo. El ladrón de corazones. Te mato, te adoro. Los anagramas liándose a ladridos entre las cuatro esquinas del recuerdo. Amarrado a los raíles del tren que atraviesa la autopista te mantengo asido hasta el final de tus días. ¡Oh miseria!, ¡Oh, que miseria!. Y dale con Pytty el desheredado. Entre nosotros,...¡perra vida!.
  Y te interrogan y aún siguen moliendo el café bebido anteayer. Los conectores se alborotan, se imponen los hombre buenos. Nos enriquecimos todos con tu discurso tocayo del alma. Lástima que el viento lleve los rastrojos secos dando tumbos por la ciudad despierta sin ton ni son cuando todos te esperan lector listo. Te lías, y deslías ruedas, entre tramas circulares. Avanzas y retrocedes mientras el reloj marca cuatro malas horas. Licor 43. Breve. Conciso. Y luego te levantas y sonríes al techo solo instante.
  Gluglutea el San Pedro de mi infancia. Me gusto a mi mismo, me abrazo con la cubana y mi prima argelina. Te lo cuento senador acocotado en el sillón arcaico de la lengua. Tiene por fuerza que alojarse el milano amamantado por un Rómulo pecaminoso. ¡Ay! Amor de mis pezones, nieto dormido en alcobas rosas. Fronterizo de la palabra y la civilización en espiral o vertical según el día.
  Te voy a mandar a Japón a decrecer deprisa o a morir sensiblemente del todo. La lengua de las mentiras a ser posible, por favor, con café fuerte y cargado. Compraremos, por recomendación expresa, el papel y su longeva vitalidad. La economía del lenguaje se pasea siendo joven entre la tecnología, nada etrusca, de nuestros hijos. Aquí mujeres, allí un paraíso lleno de sorpresas. Tu me regateas una utopía vilana. Te sientas a mi lado y castras con naturalidad el espectáculo dotándome al tiempo con un salario justo. El narrador habla y yo dormido. Es el fértil destino de lo inerte. Las flores blancas en la losa del deseo marginal.
  Nicaragua te dejó espantá y por ello me escribo un soneto premiado mientras me alejo, para que veas. Que lío, que diantres, veamos. Tú, ella, yo , la mujer, el uno más, el otro, el país, el mundo emocional, la Internet y el clero, la globalidad y la hembra.
  El olor integro femenino envuelve el aula y los murmullos aporrean sin piedad el pupitre. El ritmo acelerado del corazón bombea leucocitos a diestro y siniestro. ¡Es la bomba!. ¡Un bombón con bombín! ¡Una utopía solo utotuya!. Y al final siendo...pues es y los personajillos se escapan de la nivola a la huelga del amor hermoso.

  Aplausos. Un bis...o dos. Aplausos ¡Bostezo!, dos rezos... adiós.

  Y los dedos señalaron a la osa hombruna del siglo nuevo. Que será de nosotros tras la leve lava del volcán. Me revuelco entre testosterona. ¡Vamos! ¡Vamos!. Pragmático, didáctico me persigue el guión.     El altavoz permanece apagado en la esquina como una cucaracha absolutamente negra. La muerte, el trío, la muerte atrapada en la universidad sola en el pozo del escenario. Te creo, me confieso insistentemente creyente. Te oigo. Beatles Mi inglés te persigue hasta el lecho de la muerte. Todo es comprensible.
  Sociológicamente es curioso como se calienta con el movimiento de los mayores el espacio. Tu lugar es de este mundo mamón. Literatura griega. Lengua viva. Nos envolvemos en gozos superficiales. Anacoreta del lenguaje te valoro, te adoro, te dejo, te aparto de mi, y lógicamente te odio.




Vitoria diecisiete de marzo de dos mil once