26 septiembre 2011

La moneda falsa





  Sacaras el monedero donde casi siempre deambulan sigilosas cuatro perras y cuidadosamente las colocaras enfrente de nosotros, pequeños pínfanos, con una absoluta seguridad. Tus dedos finos quedarán simétricamente situados encima de la mesa. Nos miraras a cada uno dulcemente y tu sonrisa nos envolverá como un sudario adolescente, acomodándose en nuestros corazones con una ternura insoportable.
  Te rodearemos con nuestra emociones sin tener en cuenta que en ese instante único, esquivo y relajado, cada uno de nosotros espera que la siguiente acción, cualquiera fijate, suceda y nos siga embelesando. Porque eres el centro, el fiel, el grano fértil depositado en la tierra.
  Y sin embargo allí estoy odiándote, mordiéndome los labios hasta sangrar, impotente por no ser tu, derrotado, arañado en lo más hondo de mi interior por ansias inconfesables. Rojo y tartamudo. Esta es mi alma dormida la más veces. Trinchera de cobardes. El desplazado casi siempre



Judimendi veinticuatro de marzo de dos mil once

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