09 febrero 2014

Gracia




  En la pared blanca, justo frente al balcón que da a la calle has grapado las hojas, con las chinchetas de colores has prendido cabellos ausentes.
  ¿Me interrogas?
  Porfías con el rubio haz de espigas doradas del verano. Lo giras. Te giras.
  ¿Te interrogas?
  En la pared blanca el almanaque apaisado de los días por venir, de los aún en camino.  Las horas. Las manecillas del reloj bailando ausentes, trillando el tiempo.
  Te formas hasta el medio día, luego duermes. Es el calor de la tarde entre penumbras. Y los interrogantes mueren rancios. Ahí los reflejos importan, y los silencios también.
  En la pared blanca, justo frente al balcón que da a la calle rezan los latidos de un corazón anciano. Van y vienen.
  ¿Le interrogas?
  Letanías, latines, breviarios de Santa Clara empeñados en bramar, baldosines de granito ¡damero maldito! maitines tras el torno, rezos de golosinas…
  Y sin pensar, un rezo, una oración o un juramento, estampado junto al bordillo de la acera, apenas termina el día, permanece el cuerpo de Gracia solo un instante.




Judimendi catorce de noviembre de dos mil trece



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