29 mayo 2011

El Hacedor











Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,

 una barra de azufre en un armario,
 pesadas campanadas del insomnio,
 auroras, ponientes y crepúsculos,
 ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
 Otra cosa no soy que esas imágenes
 que baraja el azar y nombra el tedio.
 Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
 he de labrar el verso incorruptible
 y (es mi deber) salvarme.




 
  




de Jorge Luis Borges
 
 
 
 

24 mayo 2011

El secreto de la luna


Siglos creyendo que era una hechicera,
una dama blanca perfumada por jacintos que duermen en la noche serena, casquivana provocación capaz de privar de juicio al hombre más recio,
anhelada por amantes tristes que la proclaman en rimas desesperadas,
reclamada por aullidos de lobeznos que duermen
en la espesura verde de la montaña.

Centenares de mujeres, bajo su luz cristalina,
bailan desnudas para que su piel sea como el marfil, blanca,
creyendo que así penetradas harán suyo el magnetismo
que al amante de fuego atraiga.

Pero siempre una pregunta hilvanada con fina seda,
porque la prenda no merece otra hebra, ni muy larga puntada.
¿Qué esconde la luna tras ese semblante de diosa pagana?.
¿Qué oculta en la otra cara que a oscuras y lejos de la vista guarda?.

Pudor y sonrojo, esencia de infante, de niña asustada.
Alma impresionada por los sueños que a la noche mortales humanos lanzan,
dudas sobre el sentido de su giro,
sobre la fuerza con que arrastra aguas saladas,
perplejidad por el influjo con que hace crecer
plantas escuálidas y semillas amargas.

Noche tras noche nos muestra su amplia espalda
que una larga melena de pelo cano ilumina,
recogida a los lados con peinetas de plata,
mientras, estremecida, escucha su nombre
pronunciado mil veces por voces extrañas.

Así ve pasar las horas inquieta,
con la mirada entornada, puesta en el sol,
deseosa de que su deslumbrante luz invisible la haga.
Sólo entonces, se dibuja en su faz una sonrisa amplia,
y nos descubre de frente su otra cara
con ojos dulces de gata y descaradas artes de cortesana.


Silvia Pardes




10 de marzo de 2011

16 mayo 2011

Un paseo por el cementerio

 






En el otero cenizo se sitúa mi cementerio. Donde las tardes de otoño se dispersan con luces ocres y juguetean tras los cipreses. Donde el camino de zahorras y gravas serpentea hasta el pueblo. Donde la vista perfila en el horizonte la torre de Santa María contra los tejados y las plazas adoquinadas.
Y al son de pausas y silencios caminan juntos la añoranza y la melancolía entre las blancas losas.
Y el tiempo se detiene en el cuadro 197, en la esquina del recuerdo, junto a la tapia este, donde el sol calienta en la mañana a los cuervos que contemplan las fechas y los textos desde siempre.
“ A mi esposa...”.
Y en todas direcciones, el silencio... . Y miras sin mirar, muy dentro, un segundo apenas.
Y se fotografían instantes tan reales como el aliento.
Y sonríes.
Y permaneces quieto, apoyado en la baranda metálica que delimita su lecho.
Es muy pequeño, unos veinte sepulcros y diez nichos que se abrazan pronto, casi al instante.
Dos crisantemos blancos permanecen juntos entre los dos...
Dos crisantemos blancos,... tan solo dos.
Vestida la noche de azul oscuro canta el cuco a la luna llena... ¡Cucu!, ¡Cucu!







Judimendi a cuatro de noviembre de dos mil diez



08 mayo 2011

Historia de un estornudo (Micro-relato en cien palabras)

Y en un plis plas, ¡¡zas!!. ¡Achis!...
Helvia levantó una ceja.
Trini hizo un mohin.
Aintzane se lanzó hacia el diccionario.
Mila miró a la joven que tenía enfrente, que miraba a ambos lados sonrojándose.
Marisol apartó sus rizos negros de la frente y sopló.
Goar desapareció detrás de Helvia que se marchó de la juerga diciendo  ... ¡¡adiós!!.
Silvia contó letras con sus dedos finos.
Alberto miró a la profesora improvisa-cuentos.
Y yo después de un ¡¡Jesús!! comencé este micro... - ¿qué?.
Ella, la estornudadora, sacó un clinex blanco lo acercó a su nariz y se regaló satisfecha otro,.. ¡¡Achis!!...






en clase a veintiocho de octubre de dos mil diez