16 mayo 2011

Un paseo por el cementerio

 






En el otero cenizo se sitúa mi cementerio. Donde las tardes de otoño se dispersan con luces ocres y juguetean tras los cipreses. Donde el camino de zahorras y gravas serpentea hasta el pueblo. Donde la vista perfila en el horizonte la torre de Santa María contra los tejados y las plazas adoquinadas.
Y al son de pausas y silencios caminan juntos la añoranza y la melancolía entre las blancas losas.
Y el tiempo se detiene en el cuadro 197, en la esquina del recuerdo, junto a la tapia este, donde el sol calienta en la mañana a los cuervos que contemplan las fechas y los textos desde siempre.
“ A mi esposa...”.
Y en todas direcciones, el silencio... . Y miras sin mirar, muy dentro, un segundo apenas.
Y se fotografían instantes tan reales como el aliento.
Y sonríes.
Y permaneces quieto, apoyado en la baranda metálica que delimita su lecho.
Es muy pequeño, unos veinte sepulcros y diez nichos que se abrazan pronto, casi al instante.
Dos crisantemos blancos permanecen juntos entre los dos...
Dos crisantemos blancos,... tan solo dos.
Vestida la noche de azul oscuro canta el cuco a la luna llena... ¡Cucu!, ¡Cucu!







Judimendi a cuatro de noviembre de dos mil diez



No hay comentarios:

Publicar un comentario