13 junio 2011

La Hacedora


  Te ha separado a unos centímetros, casi tres palmos, para inventar tu sonrisa, tu estupor o tu asombro que aún tiene por decidir, y mantenido tu desnudez vertical un instante frente a ella por el placer de contemplarte. Has de esperarlo todo de ella, pues es la hacedora.  Aún ha de pintarte los ojos azules o negros según le convenga y tal vez dentro de un rato te vista de paje, príncipe o arlequín, o sin más te deposite a su lado como a lo otros y te ignore. Así ha sido desde siempre. Dar formas, conformar.
  En la espesa habitación en la que nos encontramos no hay nombres que pronunciar solo silencios de papel cartón. Trozos sin alma por recomponer. Formas dislocadas esparcidas sin orden a su alrededor siempre dispuestas sin saberlo a viajar a cuentos maravillosos donde puede que sean los protagonistas de aventuras inimaginables durante siglos.
  Pero tú, forma frágil, que permaneces, sin ánima aún, entre sus dedos y que mereció la atención de un suspiro, estas predestinado a ser rey. Te lo digo yo. Créeme.


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