08 diciembre 2012

Y del palo de plástico blanco sobresalía un corazón...




 

 

 
 
 
 
 
  Y del palo de plástico blanco sobresalía un corazón rosa de caramelo. Era una etapa de golosinas, un timo dulce que distraída succionas, ¿o será, chupas? No se habían conocido desde Noé. La bruja del sentimiento nos sedujo de marrón. Dos hermosos bueyes atraviesan el trapo y pasan al otro lado de la cabeza verde. Eran sapos y palabrotas. ¿Qué miras tú?, reflejo mío de la calle o proyecto de rayas horizontales.

  Y la voz cavernosa nos dio un ¡hola! El prospecto del caramelo a medio consumir espera al final de la mesa su próximo y certero destino. La vaca encorsetada tiene fama de reinona verde. Las costras. La mitad de los fluorescentes permanecen aculados, los demás procuramos ensimismarnos como Paramio.

  Soy enteramente positivo, posible y probable. No sé ni lo que me dices. Oronda planicie donde cabalgas a caballo rocinante para responder que las sábanas son para ordenarse en el portátil del ejemplo.

  Y llegamos al principio de los textos escritos a mano, con letra menuda, con garabatos y frases que nos muestran ejercicios nuestros. Te voy a mejorar electo dato evolutivo. Te lo voy a contar para que lo sepas. Fátima, la mujer rural y pobre en brazos de la cabra y la ignominia. Te rasgo el velo delante del que manda. Dos tableros en la esquina se esfuerzan por no caer al suelo. La varonía, el varón y siete hijas acostadas en el pupitre largo de la plaza. Los armarios cerrados. Él trabaja. Todo con maldad. El papel del poder convertido en el protagonista de la historia. En París ha dormido el mástil que ha mutilado pretéritamente en la coincidencia al nacer lejos y cerca. Te voy a condicionar y a concienciar. Llegaran los vándalos. En el pecho un rombo gris oscuro sobre una cruz de San Andrés. Me vino. El sabor lejano amarga. La nieve nos viene de pronto y los copos como plumas que terminan por deshacerse en el asfalto danzan alrededor de nuestras cabezas inmóviles. En esta rapidez estamos desde entonces entre sueños invisibles. Me caigo incluso yo y me asusto. ¿Rebotaré en el aire? A quién le importa. En el gimnasio el mundo acaba en la lima horizontal verde de la pared de enfrente donde golpean los balones pesados y crueles. Todos te damos nuestra pastilla de fiesta. Lo oscuro, lo negro, lo no pretendido, lo inexistente. Soy el chocolate sin envolver. El gorrito al revés, negro, probablemente se derrita antes del fin del día. Las enaguas blancas acarician tus rodillas. Hueles a lavanda. ¡Hembra joven! Penas profundas. Años y odios, años de lecturas rápidas.

 


 

                     Judimendi a quince de febrero de dos mil doce
 
 
 
 

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