22 febrero 2013

Dejale, hombre








Amiga Milagros, hace años, cuando la pubertad se manifestaba arrostrando acné y el impúber nacía en esos atardeceres de río y légamo, escribí un ocurrióseme en la breve Quijota en el que Narciso Rodríguez Hidalgo terminaba por confesarse aseadamente ateo.
Cotejando el universo y las partículas en suspensión de la pócima elemental de la tierra que nos enseñorea he llegado a la misma conclusión, hoy sabiéndolo, ayer inconscientemente.
Dios no existe. ¿Cómo entonces quieres que crea en ti?
Depositemos todos las últimas flores dando un paso atrás en silencio, pero dando un paso atrás, para que en la lejanía-cercanía podamos creer desde el anonimato que fue un error imperdonable adelantarse a destiempo pretendiendo ser revivido, ser renacido, ser reinventado y así hasta siempre.
Si ves a Borges en esa parte íntima en la que probablemente se confundan ideas, pensamientos y zozobras, no intentes adelantarle novedades, déjale seguir su camino.
¿De acuerdo?

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