05 febrero 2012

Helvia y su media luz de luna



Entre trajín y trajín, a volteretas por la vida, entre mis dos o tres trabajos pasan las jornadas sin importarme, a veces, el cómo ni el porqué de las cosas que desfilan ante mí.
Qué te contaría espalda mía de cansancios y desvelos, dolidas tengo mis bellas piernas y qué quieres, seamos serios, siempre o siempre lo primero la salud. Y aconteció que supe de las supermedias más compresivas y terapéuticas del mundo por medio de una amiga. Negras de exposición y, a la vista del percal, feas como la panza de un hurón. Ortopedia andante era el remedio.
Me vestí, de perfil, de frente, arriba y abajo, miré mi cuerpo serrano y se me antojó cuanto menos... gracioso. Decidí al pronto ponérmelas.
-”Me las pongo, pero a camuflar”.
Y, ¡Oh!, que lindas mis otras medias con puntitos rosas. Qué bien se ven tapando esas toscas y feas”. Y bajé a la calle, danzarina de mañanas, nítida y clara como una bailarina de ballet con malla y leotardos.
Terminada mi faena en el siete de Santiago torcí por Guinea al encuentro de mi segunda cita laboral. El personal se volvía a mi paso. Yo a lo mío, ni qué, ni na, pero....tantos, reparé.
-”Chica, te digo, lo valgo, pero todo el mundo y condición..., y esa sonrisa, y esa otra, y esa mirada...”. Al poco reparé. La linda media era arrastrada airosa, eso sí, pero sumisa junto al tobillo como las pieles de las ovejas de Madrilejos. Tordas ellas junto al cerco de las uvas.
Los del doce junto al Moderno casi me hacen la ola...


Judimendi cuatro de febrero de dos mil diez



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