07 mayo 2012

¡Manuel!, las zapatillas no son tuyas













¿Es posible que bramara?.

Sacó la cabeza a través de la ventana cerrada hasta el interior del bosque y tomó una bocanada de aire desde la garganta última, con tanta fuerza que vibraron las puertas y se levantaron todas las tormentas a un tiempo dentro de los cuerpos olvidados de los suyos.

¿Donde los torrentes arrastraron esperas infinitas?.

¿Donde las órbitas de los enormes ojos terminaron de quedar secas y vaciás?.

No son suyas las ideas dispersas en los suelos llenos de pisadas vigilantes, ni tampoco las edades de sus sienes despejadas. Porque giran vertiginosamente y luego dan tumbos y se deslizan por el pasamanos de la escalera de mármol hasta caer en el estanque del centro imaginario . Sujeto al mundo, a su pesar, lanza más que un grito. No un lamento con interrogantes. ¡No!. ¡Un rebramo!.

¿Es posible que soñara hoy?.

En ese preciso instante, por último y temido, bajó la mirada hacia el firmamento, tiznó el ánimo y garabateó el acertijo cruel a la altura de sus rodillas.

¿Donde las zapatillas se desprenden de su mundo y alejan hasta más allá de un rato?.

Y el ángel enmarañado en sus entrañas, vuela libre hasta el infinito; y lentamente enlaza los cordones marrones que se muestran como torpes palabras y recuerdos.

Fueron suyas ayer. Hoy no. Que la distancia de un suspiro, a veces... duele tanto.







Judimendi quince de noviembre de dos mil once

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