26 abril 2012

El Culebrilla







  En el colegio Adoración de Nuestra Señora Virtudes sólo estudian niños. Cada uno tiene su mote dependiendo de ciertas características físicas. Paquiño, que es pelirrojo tiene el mote de Zanahorio.
  Arturiño, el más alto de la clase “El Jirafa”, y Robertiño que es el más gordo tiene el mote de “El Piraña” en honor a una conocida serie televisiva.
  Javier, durante mucho tiempo fue el único cuyo nombre no acaba en “iño” y al cual era difícil encontrarle un mote. No resaltaba en nada, no era gafotas como Juliño, ni el Gnomo como Pedriño así que se paso muchos años acomplejados respondiendo al nombre de Javier.
  Todo cambió a los 14 años, las primeras revistas de mujeres desnudas, los momentos solitarios en el baño cuando no había nadie en casa,… y la gimnasia del colegio.
  Como los curas pensaban que la educación física era buena para el alma empezaron a dar clases de futbol y el primer día después de entrenar se fueron a duchar. Desde ese día Javier es mundialmente conocido como “El culebrilla”. Desde entonces vive acomplejado. Supero la prueba de la escuela y nunca mas fue a unas duchas publicas. A los veinte años todo el mundo pensaba que era gay por las revistas que compraba al quiosquero del pueblo que no era otro sino “El jirafa” que había dejado los estudios al heredar el quiosco de su padre. Con esas revistas descubrió que era cierto, lo suyo eran letras minúsculas. Al poco tiempo cambio las revistas de hombres por las de remedios caseros. Lo probo todo, darse tomate durante un año, untarse todas las noches, crema de algas del río Guadalquivir a su paso por Cuenca y otras muchas cosas.
  Como no hacia vida social debido a su complejo se dedico a estudiar y al poco tiempo sacó la plaza de enterrador. Allí era feliz, con sus muertecillos, a los cuales les daba igual su mote mientras les cuidara.
  Un día, a los 30 salio por primera vez del pueblo y se fue a la capital, La Coruña y allí conoció los Sex-shops. Alucinó con los aparatos allí existentes, iba tanto que al poco tiempo consiguió la tarjeta de cliente preferente. Con la ayuda de su amigo de la infancia “El piraña” trabajador a tiempo parcial del sex-shop, lo probo todo, que si este aparato, que si este otro, que aquel… llego a comprar tanto que incluso hubiera podido montar su propia tienda.
  Un día, harto, cansado y aburrido decidió desistir, resignado, pensando que lo suyo por lo menos se podía disimular con un par de calcetines.
  Pasaron los años, 3 concretamente y el fenómeno Internet llego al mundo. Que vamos a contar. El culebrilla fue el primero del pueblo en instalarlo. En el ciberespacio descubrió que había otros como el, no muchos, pero haberlos habiálos. Un día, otro enterrador como el  pero residente en La Gomera le mandó un enlace con un anuncio que había encontrado. Era sobre nuevas herramientas para mover cajas de difuntos. Al culebrilla eso le dio igual, lo que llamo su atención fue un anuncio que ofrecía por 1326 euros un alargador de pene. Resultados garantizados ponía. Como no salía tenía ese dinero ahorrado así que se lo compro sin pensárselo dos veces.
  Los 20 días que tardo en llegar el pedido se le hicieron eternos. Por una vez tenia expectativas, su vida no seria como el día de la marmota. Por fin, un jueves llego el ansiado paquete, no parecía muy grande. Lo abrió cuidadosamente y justo al fondo de la caja vio una lupa, ultimo modelo con doble visor. Se estuvo riendo 10 minutos de si mismo y luego pensó: “Menos mal que no soy calvo, me llamarían Mortadelo” Desde ese día es el enterrador mas feliz del mundo.



Por Nuria (La antipija por definición)

2 comentarios:

  1. Interesante relato, bien escrito y argumentado, en un día como el de hoy en el que estreno gafas de cerca (de esas que llaman de "vista cansada").

    Saludos.

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