28 mayo 2013

Te amaba, te amo ¡Ay dolor!












                                                     
                               I
 
“Por Alá, que merezco cualquier grandeza
Y sigo con orgullo mi camino.”

                                II

 “Doy gustosa a mi amante mi mejilla
Y doy mis besos para quién los quiera.”

                                III

 “Cuando caiga la tarde, espera mi llegada,
Pues es la noche quien encubre mejor los secretos;

siento por ti un amor, que si los astros lo sintiesen
No brillaría el sol, la luna no saldría

Y las estrellas no emprenderían su viaje nocturno.”
 
                               IV
 
“Si hubieses sido justo en el amor que hay entre nosotros,
No amarías, ni hubieses preferido, a una esclava mía.

Has dejado la rama que fructifica en belleza
Y has escogido una rama que no da frutos.

Sabes que soy la luna de los cielos,
Pero, para mi desgracia, has elegido un planeta sombrío.”

  
 
 
 
 
 
 
 

                               I

 ¡Ay, aquella gacela joven!
a quien pedí el licor,
y me dio generosa
el licor y la rosa.
Así pasé la noche
bebiendo del licor de su saliva,
y tomando la rosa en su mejilla
 

                               II

 Podría haber entre nosotros,
si quisieras, algo que no se pierde,
un secreto jamás publicado,
aunque otros se divulguen. (...)
Te bastará saber que si cargaste mi corazón
con lo que ningún otro puede soportar, yo puedo.
Sé altanera, yo aguanto;
remisa, soy paciente;
orgullosa, yo humilde.
Retírate, te sigo;
habla, que yo te escucho;
manda, que yo obedezco.
 
                               III
 
Alejados uno de otro, mis costados están secos de pasión por ti,
y en cambio no cesan mis lágrimas…
Al perderte, mis días han cambiado
y se han tornado negros,
cuando contigo hasta mis noches eran blancas.
Diríase que no hemos pasado junto la noche,
sin más tercero que nuestra propia unión,
mientras nuestra buena estrella
hacía bajar los ojos de nuestros censores.
Éramos dos secretos en el corazón de las tinieblas,
hasta que la lengua de la aurora estaba a punto de denunciarnos.

                                IV

 Me dejaste, ¡oh gacela!,
atado en manos del infortunio.
Desde que me alejaste de ti,
no he conocido placer de sueño.
¡Si entrara en mi destino un gesto
tuyo o una mirada fortuita!
Mi intercesor -¡mi verdugo!-
en el amor es tu bello rostro.
Estaba libre del amor
y yo hoy me veo rendido.
Fue mi secreto silencioso,
y ahora ya se sabe.
No hay escape de ti,
lo que desees para mí,
así sea.

 

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