11 abril 2014

LA MÚSICA PRACTICADA SOBRE LA MESA

     
                       

  






Primera parte

  Se fue a la cama después del tenso piano, las acrobacias y los paseos nocturnos. Permaneció desvelado hasta el amanecer. Amelí bailó un tango tras el telón del teatro. Es cuestión de elegir, descifrar o recortar letras a mordiscos. En el pecho tenía joyas y los bigotes felinos de su linda Naay. Zumba y gira el abejorro en el silencio de la mañana. Pornografía. Cortesanas bajando por las escaleras de caracol de mármol rosa. Gira el tocadiscos y las notas del violín se esparcen por la falda de mama hasta el suelo frio. El aparcamiento. El cine y el crecimiento al lado de la nostalgia se magrean bruscamente y después se odian. Un batallón de hombres se revuelca en el prado de batalla, son de chocolate. Mientras en Buenos Aires el cholo se despista y tropieza con la perra suerte, siempre mala, que le marea y le hace retroceder al vestíbulo de la indiferencia. Los textos duermen plácidos entre cuartillas blancas.

  Segunda parte

  Aprender encontrándose dentro de uno mismo con la humildad, la paciencia y el saber de los otros constantemente. Colocar la toalla delicadamente tras la ducha, detrás de la puerta, para que en un instante caiga y se rompa en el suelo húmedo de la estancia. Se caen las vendas de los ojos y te envuelves intolerante. Las sonrisas dicen que cuando se besan amargan sencillamente. Y se dispersan las ideas y nadie coincide en soñar con oropeles. El rímel se derrite por la superficie de su cara hasta la barbilla y nadie se percata de que Mercedes está llorando. Dobló la cuartilla y fue amable toda la tarde. Ladrona de versos. Palabras retorcidas como raíces genéticas henchidas. Las personas sin rostro vacías convertidas en polvo mientras cantaba el cuco en la última copa del laberinto verde del bosque encantado, es la muerte bailando en la noche entre dramas y fragmentos de espíritus mudos. La mano retorcida, dislocada, recorre el cuerpo de la dama pomposa que inerte, apenas sin plumas, hace días pasea perdida por Roma. Silencio. Las olas danzan pausadas en el horizonte del mar tranquilo alejando su cuerpo lejos de nosotros navegando en la lectura del tiempo. Su barca es de madera, naturalmente. Reitero y me trabo puede que atascado en la playa, varado se dice. Desde el punto hasta la base vertical, indistintamente, trascurre la tarde impulsando el mundo, atrapando el norte de Brígida. Gitana cardenalicia en las laderas del bajo Treviño. Se perdió el bebe tras el huracán entre abrazos solemnes, maternos, y haces de hierba recién cortada. Tráfico clásico entre las estrellas justo al otro lado de la autovía.

  Final

  Más allá lloraba flagelado el perdido entre escalofríos de gato.



           Judimendi el quince de octubre de dos mil trece



No hay comentarios:

Publicar un comentario