30 septiembre 2012

Los interrogantes















   Y continuaron por el largo pasillo fuera de la estancia difuminándose en las sombras dejando cada punto clavado con chinchetas de colores en las paredes.

   El dragón celestial con chincheta roja y mirada suplicante. La mirada silenciosa de Naoko tras el biombo de papel, precisa amante, con su chincheta fucsia. Tal vez ella quiera acompañarme al campo de las flores donde abunda el tomillo y dormita Titania en su pérgola cubierta de abundante madreselva. La chincheta amarilla sujeta el bambú, caña de pescar de lombriz traviesa y curiosa en donde me encuentro por ver a Margarita sentada en su piano acompañada de Mintelo interpretando un nocturno.

   Al doblar el pasillo más allá de la luz el señor Stein movió mis hilos forzándome a bailar antes de clavarme sin compasión , cruelmente, con la chincheta verde, sin esperanza alguna de movimiento racional ni siquiera de risa.

   Al final el sentimiento y la duda, el destierro y la razón son clavados por doquier.

   Junto al letrero Biblioteca clava la imaginación con una chincheta de color rosa y la mochila de Mariam donde nadie jamás se atrevería a penetrar.

   Llueve al fin, y permanece todavía el libro cerrado.

   Dice quedo el diario, esto es lo que hago cada día desde que vivo agarrado a la casa encantada detrás de la puerta azul en donde suenan canciones y nanas mientras tirito pensando en Salomé a la que quiero en silencio aunque me queme el corazón febrilmente.

   Y la chincheta blanca al caer al suelo sin cumplir su cometido me importa poco, bueno quizás un poco tal vez, al verla rodar escaleras abajo hacia la salida.

   En este punto que más da si se duermen los cuentos cansados de la tarde.









Judimendi veinticinco de enero de dos mil doce

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