17 diciembre 2010

Popy sube en el ascensor


 

Estaba cansado como lo que soy y  más después de la pelea que habíamos tenido con la banda de Blanquito.
  Le dije a Wisqui  - hoy de subir corriendo, nada de nada. En el ascensor como Carlitos -. Faltaría más.
  Purita me está reprendiendo. Lógico. Pero mira..., le decía.
  Él me guiñó el ojo varias veces, sostenía un bultazo enorme  y con el pie sujetaba la puerta del ascensor invitándome a subir. Y entré, vaya si entré. Queriendo. ¡Eh!. Queriendo, te digo Purita, que la ocasión la pintan calva y estaba cansado.
  La que se armó. Porque justo al cerrarse la puerta, - Yo Purita en un rincón, te lo repito -, llegó corriendo la del segundo, me espabiló el hocico y comenzó a canearse con “el probe”. ¡Qué palabrerío!
  Al pararse el ascensor en el primero se me doblaron las patas, Purita, de miedo.
  Él se bajó, rojo como  los zapatos de Marisol, y algo dijo que no entendí y que parecía ser una disculpa.
-  Y tú fuera -, dijo. Y subí a cuatro patas brincando de contento y sin cansancio hasta ti ...  ¡Purita mía!.
  El lacito quedó en el ascensor, a mi entender perdido, a inventario, por dar fe de lo ocurrido.
  Para mí que esto no es más que el principio de un desencuentro en la Comunidad.
-Sigue, sigue, si yo te escucho. ¿Dónde estará Martita?

             En Judimendi por la tarde en  diciembre del dos mil ocho.

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