25 diciembre 2010

La noche entiende de politica













La noche entiende de política, socializa el día. Poco importa que este haya sido radiante y luminoso, o gris o ambos según a que hora, poco o casi nada, llegada se contradice y vuelve conservadora, los mismos matices, siempre o casi siempre las sombras y luces uniformes, todo uniformidad.
Desde esta atalaya urbana cualquier humano en este instante percibiría las mismas formas y colores; cierto, la vista nos engaña muchas veces, nos enreda y guía a equívoco, las más. Pero,  ¡ay!, el hombre..., el sabor..., el olor..., el tacto..., los sonidos..., casi todos los sentidos se revelan  y nos vuelven a socializar. 
Por favor que la pluralidad se imponga, que este contrasentido no nos confunda de noche. Cada persona un olor, a tabaco, a café recién servido, a la mermelada de ciruela, al croissant recién horneado. ¡Ay! las meriendas del otoño tras los cristales con vaho. 
Son los murmullos de los jóvenes y sus arrumacos inocentes, el tintineo de las tazas en el mostrador, el sonido, tal vez imaginado o apenas perceptible de las hojas del periódico al ser volteadas por el señor del mostacho gris, el parloteo incesante de la televisión lejana, los que se enseñorean entre las mesas a mí alrededor. La atmósfera es respirable y fría o cargada y dulce, según la puerta abre y cierra sus fauces y es en ese interior – exterior en donde el instante, donde convive la tarde junto a nosotros, inevitablemente leve, se nos hace eterno.
Enfrente vertical y expuesto, engalanado de rosa fucsia, permanece ajeno al tiempo el mástil del infinito guardián silente que cada día dará su sombra vertical seguramente al museo que domina la plaza.
Bancos vacíos entre árboles pequeños difíciles de catalogar y más cerca…el trenecillo. Junto a él un saco de esparto lleno de castañas jóvenes  que regatean las pavesas que danzan a su alrededor cada vez que el mozo latino atiza el fuego esperando ser acariciadas por la mano blanca y abierta de un niño.
Los faros pasan rápidos y violentos, de dos en dos, atrapando la fina lluvia que apenas ellos reconocen y saludan.
En Vitoria la noche entiende de política este otoño húmedo y frío…, o tal vez no, tras el escaparate del restaurante La Bilbaina.


Plaza ARTIUM  La Bilbaina a las siete de la tarde del día once de diciembre de dos mil ocho

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