20 diciembre 2010

Tía Amelí

   Mi tía Amelí era metódica, solía permanecer frente al espejo más de una hora trasteando en su cara a diario. Cremas y más cremas descansaban apenas llegada la noche ; y en su armario blanco, alineados mil y un afeites esperaban su turno.
   Solía sentarme a contemplarla mientras me complacía en escuchar sus chispeantes ocurrencias. Hoy mama le había reprochado sin miramientos su actitud.
   ¡¡ Ya no eres una niña, ni lo pareces...!!. Este comentario dicho en voz alta había descolocado a tía Amelí.
   El pasado jueves habíamos celebrado, una vez más, su cincuenta cumpleaños. Cuando sopló las velas pude observar su sonrisa desvanecida mientras dirigía la mirada hacia la nada.
   Ella lo sabía, lo tenia muy claro. La fantasía, el placer hasta el cansancio, el sexo, sí, sin límites ni pudor, exprimirlo hasta agotarlo, vivirlo, vivirlo, perderse en él, mio en ese instante, prohibido luego.
   Aquella tarde cuando su amante retiro la mano de su pubis mientras le hablaba del auto supo de la racanería de ese instante,... y decidió dejarle.
   Tía Amelí se quitó la bata, olía a Chanel, iba a bañarse.
   La rutina no suele ser esplendida …, niña.


                 En Judimendi el día cuatro de febrero de dos mil nueve

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