19 enero 2011

Al párroco


Que no importa el nombre del pueblo ahora sé porqué.
Entré en la iglesia una más sin importancia para el forastero que busca en cada rincón historia, arte, o que sé yo.  Fría y vacía.  - Esperando al personal, me dije. Y al rato.  ¡ Aquí no está ni Dios !, pronuncié en voz alta sin calcular el tono ni entonación. Y repitieron lo mismo las altas paredes casi desnudas.
Después mereció, en un altar lateral, mi atención la talla policromada de un Santiago o un San Roque. Me acerqué. San Roque junto al chucho lamerón ciertamente.
   ¿ Y tú que haces ahí ?, le propuse como si el no lo supiera.
   - Rezando mis oraciones -.
La voz salía de un confesionario, a mi izquierda, donde apenas un rayo de luz directamente se reflejaba en la página de un breviario y unos ojos me miraban enormemente cansados de haber mirado tanto. Al pronto quedé azarado y porqué no decirlo avergonzado. Si me hubiese contestado Roque lo hubiese entendido.
Conocí entonces a Camilo, el párroco del pueblo y cuatro más de los alrededores, según me dijo después. Un anciano octogenario con sotana negra en la que se apreciaba un zurcido junto a la manga y varias arrugas  de distinta razón en la frente. Hablaba despacio y con frases menudas. Charlamos tiempo seguido. Inquirió y se preguntó para sí en varias ocasiones. Había nacido allí y vivido al año en varias provincias que mencionó.
  - Mira al final me regresé porque las raíces te llaman y qué responder a mis padres .
Su madre era del interior donde los caminos coinciden pocas veces con el horizonte y las frases del espeso bosque permanecen aladas entre brumas tras el “orbayu “.
  - A uno del pueblo al que llaman “el monje” le agradezco me lleve en su coche a recorrer aldeas a cambio de mis sinceras confesiones cada vez más de cuando en cuando; somos mayores y cansa el viajar y las obligaciones. Mi padre conocía palmo a palmo el terreno que le rodeó su larga vida. Era vaquero de aquí al lado.  Sonrió al pronto. - ¿ Del País Vasco ?, y sonrió hablando.- Aún recuerdo, … la abuela se moría y días antes rodeada de toda la familia junto al lecho, en una noche de invierno, incorporándose en la cama después de tiempo sin hablar, dijo :
                                                   
             “ Eguzkien argia            (*)          
               lehiopetik sartzia,                   
               poz eta alaitasunez                   
               esnatuko gara.                        

               Txorien abestiekin                    
                alaitutako eguna,                   
                gizonen gorrotoarekin
                ondatuko da eguna.
                   
               Ibilico gara                   
               elkarrik kalte egiñaz,             
               ustez launik haundirena     
               aurrez ondo hitzegiñaz.      

               Batzuek izardiekin                 
               besteak diru egiñaz,
               egia esan dutena  
               giltzapera emanaz.

               Gauz hoiek ikustero
               nola esnatzen gara
               gauz hoiek egiteko,
               nola jeikitzen gara.

               Txoriak alaitutaco
               eguna andatzeko,
               hobe gendukez esnatu
               ta bertan geldi lotan.

               Ibiliko gara...     


Después lentamente apoyó la cabeza en la almohada y siguió en su mutismo hasta fallecer.  Nadie entendió nada.   - Sí, ella era de las vascongadas y siguió a mi abuelo hasta aquí. Reía como un niño. Sí, si, todos nos mirábamos y no entendíamos nada. 
¡Ay!, las raíces profundas del ser, los secretos del alma guardados en hornacina de plata.  ¡Cuando brotan …!, ¡Ay!, las raíces del alma. 
Seguimos hablando hasta la hora del rosario y después de la misa también. Hasta tarde. Fuera llovía ….



  (*) “Al entrar el sol por la ventana,
nos despertaremos con alegría y felicidad.
El día alegrado con los cánticos de los pájaros,
con el odio de los hombres se estropeará el día.

Andaremos haciéndonos daño unos a otros,
hablando bien del que creemos nuestro mejor amigo.
Algunos haciendo dinero con el sudor de otros,
escondiendo bajo llave las verdades.

Para ver esas cosas para que nos despertamos,
para hacer esas cosas para qué nos levantamos.
Para estropear el día alegrado por los pájaros,
mejor haríamos en despertarnos y quedarnos ahí durmiendo.

Andaremos “.
(Poesia de Manolo Arregui)


                                      Veintiuno de octubre de dos mil nueve

No hay comentarios:

Publicar un comentario