Al lado opuesto del vaivén, al descuidar las piernas, encuentro el borde de tu falda de cuadros escoceses y se me encienden las mejillas y agolpan en el pecho los latidos frenéticos de un festín.
...que apenas una sílaba al caer necesita mi alma para ser eternamente tuyo, es consciente en su quietud el arce...
Apenas un suspiro retoza en el espacio entre ambos. Infinitos goces en el pescante de un carruaje parado adivinan las notas aisladas del gramófono cercano. Y galopan desatados los instintos tras tu enagua blanca sin posibilidad alguna de regresar. Nacen y mueren las sombras de nuestros cuerpos a las diez y veinte. Entre mis dedos la nicotina permanece para siempre como ausente y solo tus labios al posarse en ellos son testigos de un no definitivo.
Tras el inexistente forcejeo, bostezó el verano y nos dio las buenas noches
Vitoria tres de febrero de dos mil diez a las ocho y veinte de la noche
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