05 enero 2011

Tarde de lectura – Escena 3ª

Paso la página apresuradamente para ahondar si cabe en la siguiente frase y perderme en el laberinto borgiano de su libro Ficciones como un liliputiense afijo a palabras incoherentes prestadas al azar. Nombres propios ajenos totalmente me atolondran y confunden. Releo cada inicio. De una frase de Julio Cesar paso sin digerir apenas a Quicherat, del primer tomo de La Naturalis Historia le subrayo otro de las Vindicaciones,... ¡Ah! ¡Dios mio!, denle un Nobel, otro Cervantes, lo que sea. ¡Socorro!.
¿Decías?.... Era diciembre.
En la pared extendió el royo en el que se veía un palacio con fachadas de mármol sobre un montículo ocre con un fondo azulado con estrellas brillantes y una lengua en menguante y con un “fixo” lo sujeto; se alejó un par de metros y convino en sujetarlo aún más si cabe con cuatro chinchetas plateadas. Trasladó del salón el tiesto con el ficus benjamina y lo colocó en un lateral junto a la ventana. Aquella tarde había lucido un sol de invierno y en la habitación al traspasar las cortinas anaranjadas la atmósfera se había teñido cálida hasta muy tarde.
-”Luce de palmeral”, dijo , “nuestro Huerto del Cura particular”.
Sobre la mesa metálica dorada extendió un pliego de papel verde. Es el río, ¡como sus ojos! esmeralda de Amazonas tras el descanso de la mañana. Y el musgo a los lados. Con sus manos blancas acurrucó el serrín y lo zarandeó amorosamente desde la casita de tejado azul, que aquel verano había comprado en Rothemburg, hasta los mismos pies del portal. Las paredes y el tejado los construyó con las cortecillas que días antes habíamos seleccionado en los pinares de Barambio. Al fondo del portal colocó unas gavillas de paja y encima una estrella de cinco puntas plateada, de hilitos de plata entretejidos. Aquí el pastor, en el camino las gallinas, y bajo el puente los patitos detrás de la madre pata. Allá el pescador. El molinero..., que cruce el puente.
Mira su obra en silencio, su hacer casi terminado, de pie en el centro de la estancia. Coloca la Virgen, el Niño y San José pensativo. ¿ La mula a la derecha?, y sonríe.
¡¡Zarandan, zarandan, zarandillo, zarandillo, zarandan, la virgen en el portal con su Niño...!!
Gratas las celebraciones, los preparativos, las nostalgias....
¿ Ya está ? Si, ya está. Y se va.
“El universo físico se detuvo”, quiero seguir leyendo a Borges y no puedo, porque me parece que todo tiene que ser más sencillo, más simple. Que cada eslabón pueda permanecer unido a una mano inocente, a una mirada limpia, a un instante de infinita felicidad, sin necesidad de elucidaciones.


                        Vitoria quince de febrero de dos mil diez

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